El
otro día fui a visitar a doña Eulalia.
Ella es la curandera más famosa
del barrio. Vive en la vereda enfrente de mi casa pero casi nunca hemos mantenido contacto. Es
una antigua propiedad que acaso alguna vez tuvo jardín adelante pero que hoy
está cerrada y oculta por una tapia. Yo la distingo perfectamente con solo
correr la cortina de la ventana de mi casa.
Unos años atrás debí recurrir a ella cuando
estuve ojeado.
Soy un hombre muy racional y que a veces se
ha burlado de esas cosas pero aquella vez noté perfectamente que algo raro y
diferente me pasaba. Estaba nervioso, incapaz de descansar bien, con una
sensación de malestar general, un fuerte cansancio en el cuerpo y los párpados
que en verdad se me cerraban.
Me encontré con Doña Eulalia en su pieza de paredes de chapa
y tuve la impresión de regresar al Buenos Aires de los años 60. Ella no era tan
mayor como es ahora y llevaba un pañuelo en la cabeza. Me miró desde su sillón
de mimbre con almohadones y sin decir nada puso aceite de oliva sobre un
vaso de agua. Dejó caer una pequeña gota, al final se puso a observarla y luego
de un rato dijo:
–Tienes el mal de ojo y debes
curarlo.
Doña Eulalia hablaba con una especie de acento gallego o
asturiano.
–A eso he venido– dije.
Entonces ella puso una mano
sobre mi cabeza como suelen hacer los curas en las bendiciones y luego comenzó
a bostezar. Aquella situación me
inquietó bastante ya que estuvo varios minutos bostezando. Al final se le humedecieron un poco los ojos,
quitó su mano de mi cabeza y dijo:
–Estás curado.
Y realmente fue así. Le
agradecí y al salir le entregué a la hija la suma de cien pesos que era un
valor importante en aquellos años.
Hoy el tiempo ha pasado y he
vuelto a necesitarla. Doña Eulalia tiene una edad indeterminada, la piel arrugada
como un pergamino y yo tengo todo el pelo lleno de canas.
Por eso el otro día volví a
visitarla; el interior de la casa estaba completamente reformado, ella se
hallaba sentada en un sillón moderno y
claro y la luminosidad era especial para esa clase de entrevista. Me miró algo
extrañada. Sabía bien que yo era su vecino aunque casi nunca salía de la casa.
Doña Eulalia pudo preguntarme el motivo de la visita pero no lo hizo y esperó a
que yo hablara.
–He matado un hombre– dije
casi masticando las palabras.- Ha sido un crimen perfecto, el único que lo sabe
soy yo. Es imposible que me descubran y tengo más de una coartada. Sin embargo
no puedo vivir con la culpa. Estoy abrumado por visiones nocturnas y no duermo
hace varios días.
– ¿Porqué me lo cuenta a mí?
–preguntó.
Entonces yo la miré con un
cierto pudor y sin quitar la vista de sus ojos le dije:
–Para que me cure, doña
Eulalia.
©2018
Tampoco creía en el "mal de ojo" pero vi cómo sin la intervención de alguien como Doña Eulalia, mi sobrino hubiese muerto. En lo que sí creo y doy fe sin mirar a ningún lado, es en tu capacidad de trasmitir lo que desees. Es fascinante tu manera de narrar y más aún, el poder creativo de tu mente brillante. Un abrazo, Néstor amigo. Feliz 2019. Te requeté abrazo. SOFIAMA
ResponderEliminarMuy amable Sofy. Siempre me emocionan tus elogios.Eres muy generosa. Te mando otro abrazo. Y que el 2019 te colme de dicha y de logros!
EliminarMuy original, Néstor. Me preguntaba, mientras leía, acerca del final, de cómo ibas a terminar la historia. Y me desconcertó, no me lo esperaba. Me parece que eso le aporta mucho y lo pone dentro de la excelencia de tus cuentos. ¡Me gustó mucho!
ResponderEliminarAriel
Gracias Ariel, te diré que yo me preguntaba lo mismo a medida que la historia avanzaba. (sonrío cuando te escribo esto)Muy amable con tus elogios. Te mando un fuerte abrazo y ¡Feliz 2019!
ResponderEliminarUna historia apasionante y muy original. Un beso Nes. Y que tengas un 2019 lleno de felicidad y de dicha.
ResponderEliminarGracias corazón. Lo mismo para vos. Que pases un gran año!
EliminarInesperado y fantástico final. Feliz Año, Néstor.
ResponderEliminarMuchas gracias Marta. Espero que te encuentres pasando bellos días. Y que el 2019 te sea pródigo y venturoso!
EliminarHola, Néstor: Muy buena escritura. Me gustó tu historia; está impregnada de una pintoresca metafísica elemental(sabiduría popular); con pocas palabras y mucha precisión desgranas las pautas culturales tácitas de los personajes. El desenlace, realmente inesperado. refuerzas la ingenuidad del narrador protagonista (aunque él se presentó como "un hombre racional") y sugieres la energía misteriosa de la curandera: no sólo le curo el mal de ojo, sino también la falta de fe.
ResponderEliminarQue buebo beba. Has desentrañado algunas claves del relato. Como bien sabes, es muy difícil que sean deliberadas. Van surgiendo a mediada que uno cuenta la historia. Gracias por tu visita y el comentario. Y Feliz 2019! (Vaya número de año)
EliminarMe gusto muchísimo porque la sorpresa fue contundente! Gran logro a los tantos que ya tiene tu narrativa.
ResponderEliminarGracias Lili. ¡Me alegra que te haya gustado!
ResponderEliminarQué original Néstor. Me desorientó por un momento. Muy bueno. Has contado la historia desde "afuera" y sin embargo surge la psicología del protagonista. Muy bueno!
ResponderEliminarGracias Cristina. Ers muy generosa y amable. Aprovecho para desearte un fabuloso 2019!
EliminarUna abuela que tiene un don, se basa en creencias enexplicables, pero curarlo de un asesinato? Me sorprendió y desconcerto. Me gustó y me hizo sonreir!!! Gracias Nestor.
ResponderEliminarGracias a vos Alicia por tu gentil comentario!
EliminarComo buen gallego no me sorprende la "energia" de la curandera, créeme si te digo que los gallegos sabemos un poco de eso,... quizás por eso tampoco me sorprende que Doña Eulalia también haya curado tu falta de fe ;)
ResponderEliminarFeliz 2019!
Gracias Norte. Hay una intensa relación entre Galicia y Argentina. A mediados del siglo pasado Buenos Aires fue acaso la ciudad "gallega" con mas habitantes de ese origen en el mundo. Creo, no sé si estoy en lo cierto.¡Feliz 2019! Te mando un fuerte abrazo.
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