Cae
la noche en la ciudad de Buenos Aires.
Y yo aquí sentado y apoyado en
la baranda del puente de la avenida Juan B. Justo.
He dejado el auto abajo, en Godoy Cruz porque
deseaba subir un poco. No hay senda peatonal en el puente así que estoy
bastante en riesgo. Elegí la baranda del lado sur por una mera cuestión
práctica. Lo único que yo deseaba era subir al puente y mirar hacia el este. Y
realmente estoy deslumbrado por la multitud de luces de los automóviles que
vienen desde allí. Y también por las luces rojas traseras de los que buscan
Libertador y el Bajo.
Todavía hay algo de sol a mis espaldas.
Un
atardecer rosado distante y bello. “Rosa a la sera, buen tiempo se espera”, solía decir mi abuelo recordando a su
padre italiano.
Yo te extraño mucho Ana Laura.
Abajo en Godoy Cruz pasé por la puerta, de
casualidad, del hotel que abrigaba nuestras tardes de amor. Me detuve a pocos
metros de la entrada y un alud de recuerdos se derrumbó sobre mí. Por eso dejé
el auto estacionado allí y me vine a subir al puente. Caminé por la cuesta sin
sentido y ahora me senté en la baranda.
Aquel hotel de lujo fue el que te prometí
luego de nuestro primer encuentro. Uno de los más maravillosos de mi vida, en
la trastienda de cierto local comercial y haciendo el amor de pie. Sentí que eras una diosa por tu entrega. Sentí
realmente eso. Y entonces cumplí mi promesa de llevarte al lugar más lujoso
que encontrara.
El hotel estaba allí, bastante cerca, en
Godoy Cruz. Tenía un spa, y el jacuzzi y las columnas romanas. Tenía elegancia,
distinción, buen gusto, aire acondicionado, luces tenues y una pantalla con
videos eróticos. Eras mi diosa, esa es la verdad.
Y no me hagas repetirlo en voz alta porque seguramente
quedaría disfónico.
Hace poco te encontré por Internet. Una
cuestión de rutina, nada más, ya que jamás volveré a llamarte.
Y dejame hacerte una confesión Ana Laura.
Permite que te haga llegar mis miedos.
En aquel tiempo éramos muy jóvenes los dos
para evaluar estas cosas. (Tú más joven que yo, claro). Pero te diré que
siempre me sentí desamparado. Siempre fui detrás de la poesía y de la libertad
y del amor correspondido y febril de los encuentros apasionados. Siempre me sentí quebrado por el dolor de
estar vivo. Siempre tú y otras mujeres fueron el amor y fueron la musa de
aquello que amaba.
Tengo por el universo femenino admiración y
respeto.
Nunca busqué una posesión machista.
Simplemente traté de colmarlas de amor aunque
no sé si siempre pude lograrlo.
Y hoy, bueno, ya ves. Acabo de subir a pie el
puente de la avenida Juan B Justo. La radio ha dicho que en un par de años lo demolerán.
Que la avenida Córdoba cruzará a desnivel y que el tren irá por arriba. Así que
me quedaré sin este puente que amo tanto.
Ahora los autos cada vez pasan más cerca y algunos conductores me miran asombrados.
Cae la noche en la ciudad de Buenos Aires.
La noche de mi pasado.
©2016