Sombra oscura de la muerte yo te invoco.
Aquí encerrado en este cuerpo de
piel y de órganos tan precarios. Con el sudor que baña mis miedos y con
lágrimas que ya no me salen. Con los sentidos aturdidos por el tiempo, con la
imagen estructurada en base a huesos y
con mi corazón bombeando sangre.
Sombra oscura de la muerte seguro que me has
visto antes.
Fue en aquella noche y en esa ruta oscura,
cuando desde lejos te noté intrigada. Mi automóvil volcó en la zanja de la ruta a San
Ignacio. Y allí pude advertir tu
presencia entre la bruma, mirando desde lejos y con la suave sonrisa
legendaria.
Después te dejé de ver y llegó la ambulancia.
Sabes bien que entre tú y yo llevamos cuestiones pendientes desde hace
muchos años. Nunca te quise pero siempre me gustaste y de alguna manera te supe
necesaria. Y eso de que al final vas a ganar es algo que conozco desde siempre
y no es necesario aclararlo.
A veces pienso que es lo que será
de mí. De mis ojos celestes, de mi altanería y de mi pelo escaso. De esa lucha
por la libertad y por otros ideales y de mi amor irrazonable por la ciudad de
Buenos Aires. ¿En qué quedará tanta pasión? suelo preguntarme.
Supongo que en nada pero no
estoy seguro.
Alguna, sin embargo, me debes.
Como aquella vez en el hospital
cuando fui a visitar a mi abuelo en su lecho final. La abuela le atendía los
dolores. Y en algún momento le escuché decir al anciano:
–Mira mujer, a lo que hemos
llegado.
Esa me la debes, desde ya, por
más bella que seas.
De todos modos no importa. El
tiempo también me ha quitado muchas cosas. Tan solo me quedan los recuerdos.
Pero cualquiera sabe que los recuerdos
muchas veces no alcanzan.
Aquella sal de sus labios en
Gesell. La juventud de los cuerpos bajo el sol y el mar. Los viajes, el amor,
el vino y el arte. Los libros que leí. Las palabras que escribí y que dije y la
música, finalmente, la música ¿Qué otra cosa puede uno recordar?
Acaso el amor y las mujeres,
puede ser, pero no mucho más.
De todos modos tú serás mi
última cita y eso lo tengo bien en claro.
Espero que llegado el momento me
dejes besar tu cuello con suavidad. Siempre he sido muy atento con las damas y no
quisiera dejar de serlo en ese instante tan especial.
Te espero cuando me digas, yo ya estoy
disponible.
A ti te toca elegir la hora y el lugar.
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