lunes, 14 de enero de 2019

Clarita y Pablo



Clarita siempre fue una chica de barrio. Una flor silvestre que podía crecer hasta en el espacio entre dos baldosas. Una soñadora de sueños hermosos que recorría las veredas del Bajo Flores con su juventud a cuestas y de la que muchos decían que era la más linda que habían visto en muchos años. Clarita paseaba por las calles del barrio la límpida frescura de su adolescencia. Tenía el sol en el pelo y los ojos marrones y almendrados. Pero Clarita era una chica de fin de siglo, por lo tanto muy moderna y predispuesta al cambio. A ella le gustaba el rock and roll, aunque no el clásico rock del pasado sino el actual, bien rítmico y bien tecno, según decía.
Cuando Clarita cumplió 20 años se cortó el pelo muy corto, Igual que un varón. En la familia quedaron todos asombrados. Ellos no ignoraban que la jovencita tenía un carácter de aristas rebeldes pero también pensaban que esas aristas se iban a ir limando con el paso de los años. Días después les esperaba otra sorpresa. Clarita apareció con el pelo teñido de color celeste. Esta vez la sorpresa se tornó en disgusto pero todos ellos comprendieron que era demasiado poco lo que podían hacer ante el hecho consumado.
La chica era hacendosa y trabajadora aunque no duraba mucho en sus ocupaciones. Había empezado a trabajar como empleada en el mostrador de una ferretería. Esta no era, por supuesto, una tarea de su agrado pero fue lo único que consiguió al terminar el secundario. Al poco tiempo el dueño intentó propasarse con ella en un rincón de las estanterías y Clarita le cruzó la cara con un arañazo. Su siguiente trabajo fue en una casa de servicios fúnebres. La joven duró muy poco en sus tareas. Renunció enseguida al comprobar que en su trayecto hacia el baño debía pasar junto a los cadáveres. Después trabajó en una joyería y finalmente recaló en una elegante peluquería de la zona norte. Allí, por suerte, pudo estabilizarse. Estaba encargada del manejo de las relaciones de la casa, programaba los turnos de las clientas y atendía la caja. Los peluqueros  -casi todos homosexuales– no la molestaban y hasta le consentían sus excentricidades. Ellos le cortaron el pelo y la tiñeron de celeste. Todos en general la halagaban y aunque Clarita era una chica rebelde bien podía decirse que estaba conforme con su trabajo.
Clarita usaba siempre pantalones de colores oscuros y muy ajustados. Llevaba extraños zapatos con plataformas, borceguíes y botas militares. Ella no era demasiado afecta a formas de vestir muy delicadas pero su feminidad igual aparecía por el suave y sinuoso contorno del cuerpo.
Todas las mañanas tomaba el colectivo 132 para concurrir al trabajo. Abordaba el transporte en la calle Varela sabiendo que desde allí lograba viajar sentada.
Para poder llegar hasta la parada Clarita pasaba siempre por el taller de Pablo.
Pablo tenía por entonces, cumplidos, los treinta años. Era un muchacho sencillo e inteligente e hijo único de madre viuda. Aquella situación había condicionado su vida por completo y tanto es así que a lo largo de esos años solo había dedicado sus desvelos a la madre. Ni bien el padre murió, Pablo se hizo cargo del taller de reparación de automóviles con una eficiencia y seriedad notables para sus jóvenes años. Enseguida comprendió la dureza de la vida. Pronto se dio cuenta que este era un mundo lleno de engaños. Armó una coraza alrededor suyo para defenderse de embaucadores y farsantes. Trabajo muy duro, pagó los impuestos y fue serio y ordenado. Claro que al fin todo esto terminó por alejarlo de otras cuestiones de la vida que no fueran el esfuerzo y el trabajo.
Durante esos años había tenido dos novias pero las dos lo dejaron.
Pablo pasaba sus veranos en Santa Teresita. Se dedicaba a pescar con un grupo de amigos. Salían en botes inflables a unas pocas millas de la costa para cazar tiburones  (aunque rara vez conseguían alguno). Tenía un Torino de los años 70 color marrón oscuro que era de su devoción especial porque estaba conservado como un original. Así era su vida, a grandes rasgos. La vida conocida por la gente porque Pablo también tenía un secreto: le gustaba mucho escribir poesía. Guardaba con mucho celo varios cuadernos del tipo que usan los universitarios. Allí dejaba constancia de las emociones que la vida le causaba. Pero no era una tarea intimista. Pablo no llevaba un diario. Escribía en general sobre la gente y el paisaje y esta predilección lo llevó finalmente a escribir letras de tango. Ese era su tesoro mas preciado y guardaba el secreto bajo siete llaves.
Cuando Clarita pasaba por la puerta del taller rumbo al trabajo los mecánicos que trabajaban junto a Pablo le dirigían frases procaces y a veces hasta alguna  grosería. Ella, en lo posible, trataba de ignorarlos. Un día, sin embargo, el perro ovejero de Pablo la asustó con sus ladridos y Clarita trastabilló y cayó sobre un cantero embarrado. Indignada por lo sucedido entró al taller y se encontró con Pablo.
- Le pido mil disculpas señorita - dijo Pablo.
- Te advierto una cosa. -contestó Clarita- Yo paso siempre por acá. Si me llega a suceder algo mas, te mando a la policía y a la inspección municipal.
Aquel fue el primer encuentro entre Clarita y Pablo. El quedó deslumbrado por el brillo de furia en los ojos de Clarita. "Esta chica es linda - pensó - hasta enojada me gusta”.
Clarita ni siquiera reparó en Pablo.
Dos meses después, en primavera, Clarita caminaba distraída cerca del taller cuando torció su tobillo al pisar una zanja mal señalizada. Advertido de lo que había pasado Pablo la alzó en brazos y la llevó hasta la guardia del hospital Piñero. Trataba de tomar distancia de la piel tentadora de Clarita y del perfume francés que tanto le gustaba pero aún bajo aquella azarosa circunstancia le costaba mantenerse alejado de su encanto. Clarita fue enyesada, los médicos le colocaron una bota en el tobillo y Pablo la llevó hasta su casa.
A partir de ese momento Pablo calculaba siempre el horario en el cual ella pasaba y trataba además de merodear por la vereda para poder saludarla.
Una tarde cálida del mes de octubre Clarita atravesó el frente del taller vestida - como nunca - de blusa y minifalda. Su pelo estaba mas largo y había cambiado el color celeste por otro de tono aún más claro. Pablo se acercó a saludarla e intercambió con ella palabras convencionales pero aprovechó también la calidez de la chica para seguir caminando junto a ella hasta la parada.
- ¿Tenés algo que hacer el sábado a la noche? - preguntó.
-No -dijo ella sorprendida.
-Bueno, entonces te invito al cine.
- Acepto - dijo Clarita y subió al colectivo.
El sábado fueron juntos a un cine de la calle Corrientes. Vieron la película EL Cartero y a la salida comieron pizza en Serafín. Casi dos horas conversaron, tanto de la vida de ella como de la de él.
En síntesis, Clarita dijo:
-Soy una mujer joven y libre. No quiero ataduras. Quiero vivir. Me interesa el placer y -si lo siento así- voy siempre al frente. Quiero tener una historia. Una historia propia. Una historia mía, que me pertenezca solo a mí. No voy a vivir prestada y en cierto sentido estoy decidida a todo.
Pablo dijo:
- Estoy cansado de estar solo. Quiero una mujer, formar una familia, disfrutar de las cosas que me gustan y tener un hijo varón.
También hablaron de la película, de música y de poesía y Clarita se sorprendió al notar que de este tema ella sabía mucho menos que él.
Volvieron al Bajo Flores en el Torino de Pablo. Antes pasaron por el hotel alojamiento de la avenida Pedro Goyena e hicieron el amor hasta la madrugada. Pablo después la llevó hasta su casa.
-Una sola cosa. - dijo ella en la puerta- Ni se te ocurra enamorarte.
Varias semanas seguidas se siguieron viendo. Casi siempre se encontraban los sábados y los domingos y a veces también la noche de los viernes. Cuando cumplieron un mes de verse Pablo le regaló a Clarita un gran oso de peluche y ella le obsequió un encendedor. Era una relación apasionada y Pablo sentía que cada día se entregaba mas a esa hoguera que los quemaba.
Una tarde, sin embargo, Clarita le dijo
-No me llames más. Ya no quiero seguir saliendo juntos.
Pablo se quedó helado por el asombro.
- Pero... ¿Porque? - preguntó
- No hay un porqué - dijo ella- quiero vivir otras experiencias. Nada más.
Ese día Pablo sintió que se hundía en un pozo muy profundo. A la noche, solo en la habitación de su casa, las fuerzas lo abandonaron y estuvo a punto de largarse a llorar aunque no lo hizo. Recordaba a Clarita de todas las formas posibles pero también recordaba el momento en que ella le advirtió claramente que no se enamorase.
Del recuerdo de aquellas palabras Pablo sacó la fuerza para seguir adelante. Regresó a su taller y a sus tareas y buscó refugio en el trabajo. De tardecita paseaba a su perro ovejero llamado Chango y a la noche cenaba y miraba televisión junto a su madre. En ese tiempo escribió la letra de un tango referido a su relación junto a Clarita. El estribillo decía:

Tal vez ya nunca más te tenga entre mis brazos
Y deba acostumbrarme a vivir sin tu amor.
Estarás, sin embargo, conmigo a cada instante
Mi querida del alma, mí corazón.

            La vida de Clarita, en cambio, comenzó a tomar un vértigo mayor.
Uno de los peluqueros la recomendó a la agencia de modelos más importantes del país y ella comenzó enseguida a salir en algunos avisos de la televisión. La primera vez que la vio, Pablo saltó de la silla. Sentía una extraña mezcla de alegría y estupor.
La carrera de modelo de Clarita, sin embargo, no creció mucho más, ya que ella no daba la altura necesaria para poder pasar ropa en los desfiles.
En los meses de verano Clarita entabló un romance con el encargado de relaciones públicas de una discoteca. Era un hombre cercano a los cincuenta que habitualmente la traía de regreso a su casa en una moto Harley-Davidson. Vestía siempre con pantalones, botas y camperas de cuero negro y tenía el pelo teñido de rubio y del largo que suelen usar los adolescentes. Pablo los veía pasar muchas mañanas por el taller de la calle Varela. Iban casi siempre a gran velocidad y Pablo no sabía muy bien si ambos regresaban de bailar o si él la estaba llevando a su trabajo.
Una mañana de otoño dejaron de pasar frente al taller y eso a Pablo le extrañó mucho. Días enteros miraba con incertidumbre hacia la calle porque para Pablo el solo hecho de  poder verla era más que suficiente.
No le importaba que ella ya no lo quisiera ni tampoco que se encontrara en otros brazos. Le bastaba solo con verla, con saber que estaba viva y respirando en este mundo.
Clarita reapareció en una helada mañana de Abril. El frío del invierno porteño parecía haber llegado un poco antes. Ella pasó caminando con un paso vacilante y algo lento. Estaba pálida y llevaba anteojos oscuros.
Pablo le gritó:
- ¡Clarita!
Y ella se dio vuelta y lo miró.
Saludó desde lejos agitando la mano en el aire pero un inoportuno colectivo 132 llegó de inmediato por Varela y entonces ella subió con rapidez y luego se alejó.
Clarita volvió a pasar al día siguiente y Pablo fue a su encuentro con mucha decisión. Al llegar a su lado la beso en la mejilla y le quitó los anteojos para verla mejor. Clarita tenía un enorme hematoma en el ojo izquierdo y varios cortes en el pómulo y en la nariz.
- Me pegó - dijo sollozando - El hijo de puta me pegó.
Pablo la tomó de la mano y le ofreció su hombro derecho para que pudiera llorar y desahogarse pero Clarita lo rechazó.
- Igual estoy bien. No te preocupes - dijo.
Pablo volvió a darle un beso y ella subió al 132
Los días que siguieron a ese encuentro fueron para Pablo días de angustia y remordimiento."Acaso ella me necesita - pensaba - Acaso está pidiendo ayuda y yo no la llego a entender."
Clarita sin embargo estaba lejos de pedir ayuda a nadie. Ella consideraba que episodios como ese la fortalecían. Ella quería ser fuerte y la debilidad no estaba en sus planes.
A los pocos días Clarita comenzó a pasar frente al taller conduciendo un pequeño automóvil. Pablo creyó verla una mañana pero el reflejo del sol le impidió confirmarlo. Finalmente, esa misma noche, Clarita estacionó el automóvil en la entrada del taller y bajó para consultar con Pablo algunas cuestiones técnicas del auto.
A partir de ese momento Clarita comenzó a frecuentar el taller con bastante frecuencia. Cada tanto reparaba algún desperfecto del vehículo pero Pablo no le cobraba los servicios que prestaba. Estaba decidido a dejar de involucrarse con ella, aunque igual abrigaba, en el fondo de su corazón, la secreta esperanza de recuperarla algún día.
En pleno invierno murió la mamá de Clarita.
La mujer falleció de una manera sorpresiva por un derrame cerebral y el sufrimiento de Clarita fue aún más intenso por lo inesperado de la muerte. Había dejado, la noche anterior, su auto en el taller y ya no lo pasó a buscar. Pablo, intrigado, se dirigió a la casa varios días después y la encontró sentada en un ángulo de la habitación. Tenía puestos los auriculares del equipo de audio y la mirada lejana y transparente.
- ¿Puedo ayudarte? - dijo Pablo.
Clarita lo miró, se levantó y corrió a abrazarlo.
La semana siguiente Clarita renunció a su trabajo en la peluquería, se recluyó en la casa y estuvo casi diez días sin salir. Después regresó a la vida social y lo primero que hizo fue cortarse el pelo. También puso un aviso para vender el automóvil y le rogó a Pablo que lo atendiera.
-Quiero venderlo...-dijo. Quiero sacar 10.000 pesos. Con eso alcanza y sobra.
-Pero, para qué? - dijo Pablo.
- Me voy a Londres - contestó - allá tengo una amiga.
Pablo vendió el auto al tercer aviso. El mismo se encargó de las diligencias de la venta y apartó el dinero de los impuestos. Arregló todo de tal manera que Clarita tuviera tan solo que firmar los papeles y cobrar el importe de la operación.
Con la plata en la mano Clarita aceleró las gestiones. En el plazo de un mes gestionó el pasaporte, obtuvo la visa y confirmó el pasaje. También compró ropa para el otoño inglés y vendió su colección de discos y el equipo de audio.
- Ya nada me ata aquí - dijo.
Cuando llegó la noche anterior a la partida de Clarita, Pablo se sintió desesperado. Deseaba tener una última conversación con ella. Entonces la invitó a la Costanera a comer asado.
- Es lo mas argentino que se me ocurrió - dijo en su oído mientras manejaba el Torino rumbo al bajo.
Comieron mucho, tomaron vino y se marearon un poco porque ninguno de los dos estaba acostumbrado.
Pablo dijo:
- Clarita por favor no te vayas. Te pido por favor que no te vayas porque nunca amé a nadie como te amo a vos. Estoy dispuesto a darte todo. Hasta mi vida si es necesario. Podemos casarnos. Yo tengo una casa, un taller, y un departamento en Santa Teresita. Te lo ofrezco todo para que vivamos juntos los dos.
Clarita dijo:
- Pablo, por favor, no hagas más difícil todo. Mañana me voy. Me voy a la libertad, a lo desconocido. Mañana me embarco hacia lo extraño. Voy a ser libre. Me teñiré el pelo de cuatro colores y nadie habrá de notarlo. Voy a comer toneladas de hamburguesas de pescado y a escuchar música pop.
Eso fue todo. Todo lo que conversaron.
Volvieron después al Bajo Flores en el Torino de Pablo pero no fueron a hacer el amor a ningún lado. Pablo la dejó en la casa y Clarita le dio un beso interminable.
- Te dije que era mejor no enamorarse.
- Claro - dijo Pablo y la besó en los ojos.
Después los dos se fueron a dormir y en ningún momento lloraron.
El avión de British Airways salió a las 10 de la mañana. Pablo dejó a Clarita en la escalera mecánica y la despidió haciendo señas con la mano. Regresó como pudo al Bajo Flores porque le costaba controlar el auto.
En el trayecto, sin embargo, pensó en su madre, en los amigos y en las calles del barrio y se dijo a sí mismo que tal vez Dios le diera otra oportunidad mas adelante. Después se perdió por la autopista Richeri, rumbo al centro de la ciudad de Buenos Aires.


Esta es la letra completa del tango que Pablo le escribió a Clarita.

 Uno no sabe nunca las vueltas de la vida
No hay certeza ninguna para un alma mortal.
A veces disponemos del cielo entre las manos
Y otras un sueño vano y un vano despertar

Yo quisiera aferrarme al tiempo en que te tuve
Aunque tal vez ya nunca vuelva a verte jamás
Y esté solo en la tierra con mi dolor a cuestas
Y tu ausencia refleje toda mi soledad.

Es cierto,
Tal vez ya nunca más te tenga entre mis brazos
Y deba acostumbrarme a vivir sin tu amor

Estarás sin embargo conmigo a cada instante
Mi querida del alma, mi corazón.


©2019

14 comentarios:

  1. Realmente me has sorprendido Nes. Una historia mucho mas larga de las que siempre publicás pero muy simpática y a la vez trsite. Me gustó mucho!

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    1. Gracias Carlita, me alegra mucho que te haya gustado.

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  2. Si hay algo que puedo decir luego de leer este relato es que está tan bien escrito que no me distraje en ningún momento. Los dos personajes, tan disimiles, tan distintos emocionalmente, están perfectamente materializados. Y lo más importante, para mí, es que la historia llega, sacude, porque es natural y a la vez cargada de sentimientos. Una hermosa historia de amor. Un texto de los tuyos, Néstor, de esos que dejan huella literaria. Felicitaciones, me encantó.
    Ariel

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    1. Muchas gracias Ariel. El cuento data de unos veinte años. Estoy buscando en aquellos textos "iniciales" de mi escritura y en algun caso reelaborándolos. Valga el gerundio :) Bien sabés que esta extensión es más para libro de papel que para Internet. Y su repercusión es menor en el número de lectores. Pero cada tanto publicaré de este modo. Desde ya que estoy muy reconocido y honrado por tus elogios.

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  3. Que hermosa historia Néstor. Sencilla y clara y con mucha emoción y sentimiento. Me ha gustado mucho.

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    1. Que buenoo Graciela. Gracias por visitar el blog. Estoy feliz que te haya gustado!

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  4. Alicia Carmen Vullo15 de enero de 2019, 8:01

    Creo que Clarita en el fondo de su corazón no se enamoró profundamente como para abandonar su libertad, o si pero igual eligió buscar otro camino y Pablo no estaba en el.

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  5. Eran muy diferentes. Los dos buenas personas. Tal vez en unos años Clarita regrese a buscarlo. ;) Gracias Alicia por leer y comentarme!

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  6. Preciosa historia de amor, sencilla y melancólica. Muy bien logrado ritmo y personajes. Me ha encantado, Néstor.

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    1. Que bueno Marta. ¡Me alegra mucho que te haya encantado! Gracias por pasar por el blog!

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  7. Hermosa y emocionante historia. Me quedé pensando en la rebeldía de Clarita y las chicas de mi generación. Al menos yo me identifiqué en algunas cosas.

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  8. Ciertamente ha sido, la de Clarita, un generación rebelde e imnovadora. Gracias por leer y comentar Noemí.

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  9. Por comparación con otros relatos tuyos y acostumbrado a esas mezclas que a veces nos regalas de una pizca de realidad y dos cucharadas de ficción, por un momento pensé que el tango que Pablo escribió es famoso o archiconocido,... jajaja pero veo, por los comentarios que no es así (ya que Norte no tiene ni idea de ese estilo musiscal mas allá de los más famosos de Gardel,... y que me perdonen los porteños). La historia suena tan real que es imposible no deleitarse con los personajes. Un abrazo Nestor!

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    1. Gracias Norte por la visita y el comentario. No, no es ningún tango "real". Lo escribí especialmente para el relato. Y se lo adjudiqué al protagonista :) Me alegra que te hayas deleitado con los personajes. Un fuerte abrazo!

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