Ayer lo pensaba mientras cruzaba
el bosque. Los pájaros planeaban entre los álamos y a lo lejos se escuchaba el
rumor del mar. Mis pies pisaban la arena inmemorial donde alguna vez el
fundador plantara pinos y acacias. Era un atardecer especial, no tengo dudas. Y
hasta un murciélago ciego pasó más o
menos a un metro de mi cabeza. El sol del ocaso, mientras tanto, buscaba la
manera de traspasar las compactas ramas
de los árboles.
Por momentos pude verte, te lo
juro.
Las mostacillas multicolores
rodeaban tu cuello oscuro, áspero y bronceado mientras la salazón del mar te
cubría la piel con un tono claro.
Aquellos eran días de intemperie.
Luminosas jornadas de agitación medida, de
suspiros anhelantes y de un sol omnipresente en cada acto. Todo era sol y sal.
Y además el yodo que flotaba sobre la espuma de las olas haciendo en la rutina de
nuestras vidas un continuo, placentero y
amoroso daño.
Yo te amé hasta lo innombrable, eso lo sabes
bien. Tuyas y mías resultaban las canciones, las guitarras y los poemas. Un
verso de Barocela te tocaba igual que mi penetración más profunda. Juntos nos
quedábamos dormidos en la playa sin saber bien qué hora era y a veces
confundíamos amanecer con atardecer.
Creo
que estuvimos casi dos meses descalzos o en sandalias.
El sol te había sacado pecas. Y yo te miraba
de cerca y no quitaba mi vista de ti. Entornabas los ojos con esas pestañas
oscuras y extraordinarias y después girabas la vista y me observabas. Ninguna otra cosa lograba conmoverme más que
tu mirada.
Helios era nuestro Dios y la playa y las
dunas la promesa de una vida intensa pero nunca eterna. Lo imaginábamos
hermoso y coronado con la brillante aureola del sol, conduciendo un carro por el cielo cada día y regresando
siempre por el este.
Tanto tú como yo sabíamos bien
lo que pasaba. Aunque eso no nos quitaba el ahínco de encontrarnos y estar
juntos. “Cuando se termine, se termina” me dijiste en un febrero de carnaval y
guirnalda. Y allí anduvimos. Pulseando la naturaleza, el sexo y las emociones
más fuertes que anduvieran cerca. Eras tan intensa, tan irreductible y a la vez
tan mujer delicada que yo acabé rendido a lo que pasara.
Crepitaban los porros a la
salida de la Mosca Verde y ardían los fogones en la playa. Estábamos solos y
juntos a la vez, por eso alucinaban los encuentros y era encantador el
desamparo. Tenerte para mí ha sido una fiesta de esas que nunca se acaban. Aún
cuando el tiempo y la vida hayan dicho: basta. Hay como un reflejo, un
elaborado contraluz en mis noches de insomnio cada vez que suelo tomar la
decisión de recordarte. Y allí siempre estás, con tu cintura de junco y tus
ojos insondables.
Hoy ya nada parece alcanzarme.
El tiempo nos va moldeando a
su gusto y los años no pasan en vano. Y aquí me encuentro de nuevo en el bosque
mientras los murciélagos planean sobre mi cabeza y el sol se oculta tras los
árboles.
Hay como una quietud en lo
imperceptible. Cada paso que doy sobre la arena del sendero derrumba un alud de
recuerdos. Detrás de mí se oculta una comadreja y más allá canta una calandria.
De alguna manera no estoy solo. Tu sombra luminosa viene detrás de mí y se
sonríe porque sabe que yo la presiento en mi aparente calma.
No hay manera, no hay forma ni
hay modo de quitarte de mi alma.
©2019
Me encantó tu historia, es realmente bella. Tu relato se asemeja mucho a la realidad. El ambiente en que se desarrollo la historia es inigualable y ud. Es increíble, no se si llegó a vivir historias así o solamente sentirla como si fuera suya. Genio!!!
ResponderEliminarQué bueno Alicia! Me alegra mucho que te haya gustado. A veces escribimos textos autobiográficos. De cosas que nos pasaron. Este es uno de ellos. Muchas gracias por ser tan generosa con tus elogios.
Eliminar¡Muy bueno! Excelente evocación de personajes y entorno. Bien balanceada la nostalgia, para que no empalague, (¿En Gesell?) Un saludo.
ResponderEliminarGracias beba. Me alegra mucho que te haya gustado. Si, en Gesell, claro. Un abrazo.
EliminarDescripciones fabulosas tejen este sentir tan bien narrado que como buen observador captaste y como buen narrador plasmaste. Divino! Besitos, corazón de amigo. SOFIAMA
ResponderEliminarGracias Sofy. Eres muy amable. me ponen muy feliz tu elogios. Un cariño grande.
EliminarGuau qué romantico! Me encantó Nes!
ResponderEliminarBueno, me alegra Carlita. Un cariño grande y feliz 2019!
ResponderEliminarMelancolías que arañan el alma... Bellísimo relato, Néstor.
ResponderEliminarMuchas gracias Marta. Eres muy amable. Me alegra que te haya gustado. Feliz 2019. Y que se cumplan todos tus sueños!
EliminarEs tan evocativo, tan hermoso y romántico que he llegado a estar presente en ese bosque. Gracias Néstor, lo he disfrutado muchísimo.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti Graciela. Te mando un cariño grande. Gracias poir visitarme!
ResponderEliminarDentro y fuera de este bosque que da a la playa hay literatura. Las frases pasan como postales del recuerdo, imágenes interiores reflexivas y sentimentales, descripciones externas de una belleza enorme. Leer el relato es similar a escuchar la música de una canción inolvidable. Este tipo de textos es de los que más me gusta, de ahí el entusiasmo del comentario. No lo puedo evitar, Néstor. Excelente!!
ResponderEliminarAriel
Que bueno Ariel. Me complace que te haya gustado el texto. Gracias por tu generoso comentario.
EliminarQue descripción poética y llena de romanticismo. Hermoso relato!
ResponderEliminarMuchas gracias Lili. Me alegra que te haya gustado!
ResponderEliminarMe gustó mucho este relato. Me parece magistral. Lo leo como un canto a la belleza y al sentimiento humano.
ResponderEliminar¡Gracias Guille! Me alegra mucho verte de nuevo comentado en el blog y que además te haya gustado tanto!
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