Hoy
el hombre está especialmente melancólico y no sabe bien porqué.
La luz de Noviembre entra de manera oblicua a
través de la cortina del balcón que da a la avenida Acoyte. Es un amplio
ventanal que forma parte de su vida y que siempre le trajo claridad y también
algo de secreta belleza a la larga existencia de los años que se fueron.
Hace tiempo ya que ve llegar la luz de ese
modo y cada claroscuro, cada reflejo en la pared le resulta tan familiar como
sus propios latidos corporales. Es, de alguna manera, el paisaje de la
intimidad, y es, además, la rutina y el refugio del querido y viejo pasado. Lleva ya casi cuatro décadas viviendo allí, sentado en su sillón, al que
jamás cambió y al que solo accedió una vez a retapizarlo con ecocuero, según le recomendó su hijo menor
que era vegano.
De acuerdo a lo que le dijo el muchacho, aquella
decisión salvó la vida de una vaca, y el recuerdo de esa frase no deja de
provocarle cada tanto una leve sonrisa.
Son las nueve de la mañana y hace apenas un
rato que despertó. Anoche estuvo viendo televisión hasta tarde y al final se
tomó un Valium para poder dormir.
Hace ya bastante tiempo que el hombre ha
enviudado.
Y sus dos hijos se encuentran muy lejos.
El vegano se enamoró de una mujer mexicana
por Internet y ahora vive en el Distrito Federal de ese país. Y el mayor fue
contratado por un banco transnacional que lo envía cada dos años a algún lugar
diferente del mundo.
Está feliz porque sabe que los dos han logrado
hacerse un lugar en el difícil escenario de la vida y hace tiempo que ha dejado
de preocuparse por ellos. Siente que ya no lo necesitan y que los dos se
arreglan solos.
Sin embargo –y no sabe bien porqué– hoy se
encuentra más melancólico que de costumbre. Mientras prepara el café analiza un
poco las cosas y llega a la conclusión que hace ya varios días que piensa mucho
en Amanda. Ella fue la primera novia que tuvo y con la que compartió sus años
iniciales y un poco locos. La había amado tanto que el propio recuerdo de ese
amor le confundía las cosas. No había
llegado a casarse con ella y pensaba que
por eso el trasfondo de su vida se modificó.
Amanda había quedado embarazada.
El deseaba tener ese hijo y ella no.
Un poco perturbado, bebe un sorbo del café y
baja el volumen del programa de radio. Recuerda en especial aquel mes de Enero
del año 78. Estaban juntos en la playa de noche. Fue el día en que se produjo
un eclipse de sol.
Entonces le confesó por primera vez que la
quería y luego se dedicaron juntos a las cuestiones del amor. Besaba sus labios
y también besaba su corazón.
¿Qué hubiera sido de su vida si hubiera
tenido un hijo con ella? Muchas veces suele hacerse esta pregunta aunque sabe
que nadie la podría responder de verdad. Hoy está viudo, con sus ya largos
sesenta años y todavía piensa en aquella mujer.
Amanda está escondida en un rincón de su
pasado. Delgada y luminosa como era, con esos ojos enormes y esa sonrisa
especial.
Entonces termina su café y piensa en cuanto
le gustaría volverla a tocar.
Una vez la buscó por Internet pero su apellido
resultaba demasiado común y nunca la
pudo encontrar.
Aparecían centenares de Amandas que se
burlaban de sus recuerdos y de su soledad. ¿Cómo estará ella ahora? –se
preguntaba. ¿Cómo le habrá sentado el tiempo otoñal? ¿Se habrá casado? ¿Cuántos
hijos tuvo? ¿Acaso todavía me recordará?
Eran demasiadas preguntas para esa mañana
melancólica y especial.
Y entonces se dijo a si mismo que pudiera ser
que algún día se encuentre con Amanda en cualquier calle, que ambos se miren
sorprendidos y juntos recuerden, con recato, la pasión. Que se asombren del encuentro. Que
acaso se pongan a hablar de lo que podría haber sido y que al final se despidan con un beso formal los dos.
Le gustó esa posibilidad. Era la esperanza
que lo confortaba y la esperanza es algo habitual y necesario en cualquier vida
que se precie de tal. Pensar en Amanda lo quitaba del rigor de la rutina y del
infierno de la soledad.
Luego tomó la correa del perro y le puso el
collar.
La mañana estaba soleada y pensaba llevarlo
al parque a pasear.
©2018
La melancolía, ese estado del alma, sorprende al personaje en una mañana de sol y en medio de sus recuerdos. En esa atmósfera interior repasa su historia y se encuentra con el amor de Amanda escondido en su vida. Y todo lo que ocurre en la burbuja emocional del personaje lo sabemos por el narrador que nos lo cuenta desde fuera.
ResponderEliminarMe gustó mucho el clima, logrado con delicadeza, que se percibe al leer el relato. Muy bueno, Néstor!
Ariel
Gracias Ariel. Estas publicaciones de Internet son esbozos literarios. Tanto vos como yo sabemosde las limitaciones evidentes de lo digital y el papel. Sin embargo a veces logramos conseguir algo diferente y elaborar un clima para el lector como he tratado en este caso. me alegra que te haya gustado. Un abrazo.
EliminarUna historia cotidiana, de todos los días, a la que le has cargado una magia especial. Y has puesto el acento, como al descuido, en la soledad. Muy buena, me ha gustado mucho.
ResponderEliminarMuchas gracias Graciela. Para mi es muy importante verte aquí en el blog y que te haya gustado lo que escribo!
EliminarEste cuento me puso un poco triste Nes,en especial por la soledad de ese hombre, pero siempre me apasiona leerte.
ResponderEliminarMuchas gracias muchacha, es cierto, hay algo de tristeza en la soledad de ese hombre. Gracias por ser tan consecuente con lo que publico. Un abrazo.
EliminarNestor, excelente texto, sencillo y logró un buen gusto. La melancolia yo la llamo tristeza y depresión, tal vez por la soledad.
ResponderEliminarMuchas gracias Alicia por visitar el blog. ¡Me alegra que te haya gustado!
ResponderEliminarUn pudo ser que duele, un quizás que alivia... Contagiosa la nostalgia, el ambiente y la emoción del recuerdo. Un relato precioso.
ResponderEliminarEstuve por titular el cuento "Lo que podría haber sido". Y en realidad tienes razón, tanto del dolor como del alivio. Gracias Marta. Siempre es una alegría verte por acá.
EliminarDe verdad una mañana especial. No sé puede vivir con tantos recuerdos todos los dias!
ResponderEliminarNo lo sé Adrián, a veces nos doblega la melancolía. Gracias por visitar el blog!
ResponderEliminarMelancolia o soledad,... o ambas, el caso es que el tiempo pasa y uno suele preguntarse... ¿y sí...?
ResponderEliminarUn abrazo!
Gracias Norte por pasar por el blog. Otro fuerte abrazo!
EliminarTiene un tono cotidiano, de todos los días muy especial. Sin embargo he notado dolor en la historia. Muy buena Néstor.
ResponderEliminarGracias Moni ¡Qué alegria verte de nuevo en el blog!
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