Oh amor elegido, Oh amor
congelado
Oh maraña de materia y fantasma.
Oh maraña de materia y fantasma.
Leonard
Cohen. LA VENTANA.
El
pasado es una historia que nos contamos a nosotros mismos.
En ese sentido
no tengo pasado porque no tengo ya ninguna historia que contar. He borrado mi
memoria personal. Tan solo he dejado lo elemental: el sabor del café y la
dirección de mi casa, por ejemplo, cosas simples que me ayudan a seguir
viviendo.
No
tengo ni objetivos ni propósitos definidos
y me paso gran parte del tiempo sentado en un banco del parque central. Y desde allí miro hacia tu ventana. Casi siempre estás cercana al borde
transparente y luminoso que te enmarca. Yo
me acomodo con facilidad a la textura del asiento y nunca dejo de notar tu
silueta oscura detrás del nácar de las cortinas pálidas y cerradas.
El vidrio tiene
algunos reflejos pero tu silueta no.
Algo sacude la
paz en ese instante. Justo cuando percibo la hiriente armonía de tus pechos
invadiendo la claridad de la ventana.
Suelo imaginarme subiendo a esa recámara y acercarme por detrás con la
obsesión del lobo. Y con un solo movimiento adecuado quitarte el sostén y acariciarte como quien acaricia a una mujer
que duerme y que solo está esperando que vayan a despertarla. Y morderte en la punta, en
donde todo culmina. Y notar que detrás de tu despertar está tu locura y detrás
de tu locura la razón por la cual yo sigo vivo en este mundo.
Sin embargo no
lo hago. Es decir, no puedo hacerlo.
Tu estás hecha de materia pero mis manos son las de un
fantasma. Mis dedos te transparentan y atraviesan y mis palmas no tienen donde
apoyarse.
Aunque no
siempre es así.
Otras veces
estoy contigo y sé que mis manos son tan sólidas como la materia principal del
universo. Entonces te busco con el oscuro propósito del amor y te recorro con
la misma intención de hacerte el milenario y amoroso daño que suelen hacerse
los amantes desde el comienzo del tiempo.
Pero no estoy
desvariado, estoy consciente.
Busco tus
valles y tus fronteras en un vano intento de aposentarme en el fondo del abismo
más profundo tu cuerpo. Quiero hacerlo pero esta vez la transparente eres tú.
Yo soy la roca y tú eres el espectro. Tú eres el espíritu y yo soy la mesa de
madera de tres patas.
Algo muy
especial parece suceder entre nosotros.
Entonces me retraigo
y camino por los sinuosos senderos del parque.
Suelo llevar mi
cuaderno azul de tapas duras y escribirte poemas. Noto de alguna manera que el
universo me está pidiendo resignación. Cierto tipo de conformismo imperturbable
muy parecido a la muerte. A la muerte que tengo ahora por no tenerte y a la
muerte de mi propio pasado que elegí borrar por decisión propia.
Todo un océano
contiene el paisaje.
Y yo regreso
con mi tristeza, (pero no con mi conformismo)
al mismo banco de siempre. Y a mirar a la misma ventana donde tu silueta
oscura se esconde tras las cortinas de nácar pálidas y cerradas. Y pienso en ti
y en las millones de personas de este mundo que tienen el corazón roto.
Nadie debería
pedirle a la vida absolutamente nada.
Y menos yo que
me he quedado sin pasado con el único y salvaje propósito de borrarte para
siempre de mi alma.
Enlutadas por
la noche las horas pasan y desapareces como una exhalación de la ventana. Volveré
a descansar y a beber algo de café si es que puedo. Los sinuosos senderos del
parque no parecen llevar a nadie a ninguna parte.
Sin embargo no
tengo temor.
Pase lo que
pase, mañana volveré a buscarte.
Hay angustia. Y hay esperanzay también un amor contenido en el interior del que escribe. Muy bueno Nes.
ResponderEliminarGracias Carlita, me alegra mucho que te haya gustado!
EliminarEsa mujer inacesible y lejana, allá en su ventana, motiva en el lector intensos sentimientos. Gran relato.
ResponderEliminarQue bueno Adrián. Gracias por tu visita!
EliminarMe encantó poder imaginar en libertad, mientras iba leyendo, las sensaciones que producían en mí las frases del relato, reflexionar sobre el lado abstracto de los pensamientos, complementar con mis propias vivencias lo que el narrador no cuenta, disfrutar de la extraña fantasía de una prosa de excelencia. Una joya, Néstor.
ResponderEliminarAriel
Gracias Ariel por los elogios. Quise probar una historia incierta entre realidad y pensamiento (me refiero a la mente, claro). Me alegra que te haya gustado.
ResponderEliminarUn relato muy sensorial a medio camino entre fantasía y realidad. Almas heridas y corazones rotos... Me ha encantado.
ResponderEliminarGracias Marta ¡Me alegra que te haya encantado!
ResponderEliminarQue hermoso relato Néstor. Tiene dolor y una profunda pena. Me ha llegado mucho. Te felicito.
ResponderEliminarQue bueno Graciela. Es de una gran alegría para mí que te haya gustado!
ResponderEliminarProfunda introspección. Da para analizarla detalladamente. Creo que todos tenemos un poco de esa ventana. Un abrazo, Néstor tan querido. Uno bien fuerte. SOFIAMA
ResponderEliminarMuchas gracias Sofi. He intentado una alegoría entre esa distancia que el observador tiene con la ventana y las cuestiones del espíritu y la materia respecto del amor, claro. otro abrazo.
ResponderEliminarTe quiero decir algo claramente Néstor: este relato me llenó de angustia. He notado, o he creído notar, que los seres humanos estamos atrapados por lo que sentimos respecto del otro en el amor. Una dolorosa verdad, si fuera cierto.
ResponderEliminarDesde ya Moni. Estamos atrapados en ese sentimiento. Algo que es rigurosamente cierto.
ResponderEliminarLa realidad que aparece y desaparece desvaída tras un visillo,... es como si se tratase de una pantalla donde se proyectan los sentimientos amorosos del protagonista. Un abrazo Nestor!
ResponderEliminarGracias Norte. Ayer estuve tomando unas cervezas con Ariel y me comentó de tu presencia. Y ahora (por el traffic feed)veo que estás en la otra orilla. Otro fuerte abrazo!
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