martes, 16 de octubre de 2018

El local de la calle Brandsen



Cuando promediaba la década de 1980 el licenciado y antropólogo Robert Chasing  daba clases de historia en un local de la calle Brandsen. El lugar no era demasiado amplio pero contaba con un patio y una habitación en el fondo.
Chasing era considerado como un hombre un tanto extravagante para el barrio. Usaba el pelo largo, bigotes delgados y pequeños anteojos. Y  aunque se vestía de manera normal  su aspecto recordaba, en el imaginario colectivo,  al de algunas décadas anteriores.
En su habitación del fondo disponía de manera desordenada, de una biblioteca de miles de ejemplares y de un telescopio que ciertas noches sacaba a la terraza. Apenas le quedaba lugar para una cama y un ropero donde guardaba su escasa ropa.
Robert Chasing dominaba y conocía varios idiomas antiguos, entre ellos el latín, el armenio y el griego clásico. Sus alumnos eran, en general, estudiantes secundarios pero por las noches recibía un grupo muy especial al que él llamaba Los Tres Hermanos.  El escribano armenio Alex Agopián y los gemelos, Néstor y Roberto Lavinio.  El primero era un filólogo apasionado y los restantes viajeros frecuentes y empleados en la Aerolíneas estatal desde su más temprana juventud.  Agopián reunía un enorme conocimiento del idioma natal y sus dialectos y los hermanos Lavinio habían recorrido gran parte del mundo, incluidos aquellos territorios que atraían fuertemente a Chasing.
Todo había comenzado en la noche de un año atrás cuando Chasing, leyendo en armenio la parábola del sembrador, notó que la frase Այդ օրը, Յիսուս դուրս է եկել տնից եւ նստեց ծովը podía superponerse y cambiar de significado mediante el uso del adverbio երբեւէ. También comprobó que combinando algunos términos particulares las oraciones adquirían otro tipo de sentido. Aquello lo conmovió profundamente. Y a partir de ese día comenzó a adentrarse en la interpretación de los textos.
Chasing sabía que la originalidad de las enseñanzas de հիսուս (Jesús) radicaba en la insistencia en el amor al enemigo así como en su relación muy estrecha con Dios a quien llamaba en arameo con la expresión familiar Abba (Padre).  Consideraba también que ni Marcos ni Mateo habían transmitido con exactitud el mensaje de la existencia de ese Dios que andaba en busca de  los oprimidos y los marginados.
Hablaba a veces de estos temas con el sacerdote a cargo de la Iglesia de Santa Felicitas  que quedaba a pocas cuadras de su local. Y el cura casi siempre lo remitía a los Evangelios. “Allí está todo”, le decía. Pero Chasing estaba seguro de que había algo más en la historia y que ese algo aún no había sido contado.
Sustentaba su teoría en las conocidas afirmaciones de muchos estudiosos de los años en blanco de հիսուս (Jesús), de los cuales no dicen nada los Evangelios y que alcanzan a dieciocho años de su vida. En general es aceptado que viajó a la India y que en el camino estuvo viviendo en algunos pueblos de Armenia pero la doctrina oficial de la Iglesia siempre se negó a aceptarlo.
Agopián pasaba muchas noches junto a Chasing reinterpretando los textos en armenio que los hermanos Lavinio le traían de sus viajes. Eran arduas sesiones de estudio de algunos ejemplares que no consignaban nota editorial y que Roberto Lavinio había conseguido en las afueras de Ereván, la capital de Armenia.
En el barrio circulaban rumores respecto de las actividades del grupo y algunos grupos reaccionarios comenzaron a hostigarlos y a pintar consignas en las puertas del local y a veces le arrojaban bombas de alquitrán contra las paredes.
Una mañana encontraron, para su sorpresa,  cierto pequeño ataúd con alfileres pinchados, en cuyo interior había tierra, sal y velas negras y rojas. Chasing omitió el temor y las preocupaciones porque consideraba que ese tipo de gente ya no se encontraba en condiciones de mandar a la hoguera a nadie. En ese momento no lo sabía pero estaba muy equivocado.
                                                                        

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Néstor Lavinio regresó un día de un viaje a Oriente y trajo consigo un libro inesperado. Tres meses después Chasing y el grupo comprendió que estaba en condiciones de anunciar al mundo la noticia más increíble de los últimos dos mil años. Sin embargo, por un cierto tiempo dudaron en hacerlo.
–Hay que andar con cuidado con estas cosas. –dijo Roberto– Van a crucificarnos.
–Tenemos las pruebas. –contestó su hermano.
Fueron semanas de incertidumbre y de toma de decisiones pero luego los hechos se precipitaron. Néstor Lavinio regresó a Armenia y visitó, no solo las afueras de Ereván, sino también algunos poblados donde հիսուս (Jesús) pudo haber estado. Lugares cercanos a la frontera con Azerbaiyán y tan exóticos para un occidental como sus propios nombres: Jermik, Shatin, Azatek y Sevarea.
Luego Néstor desapareció y el grupo estuvo más de una semana sin recibir noticias suyas. El filólogo Alex Agopián decidió entonces viajar y encontrarlo. Llevaba consigo la carga genética de sus ancestros y el increíble conocimiento de idiomas.
Robert Chasing comenzó a preocuparse.
Se reunía todas las noches con Roberto Lavinio intentando continuar clasificando materiales, mantener todo ordenado y empezar  a redactar un libro donde poder dejar constancia de los importantes hallazgos realizados.
Sin embargo, Alex Agopián también dejó de llamar y la preocupación entonces se tornó en alarma. Juntos fueron a denunciar la desaparición a la cancillería y luego de varias semanas lo encontraron.
Alex Agopián estaba internado en un sanatorio psiquiátrico de Ereván y aparentemente había perdido la razón. 
A Néstor Lavinio nunca pudieron hallarlo.
Una oscura sombra se abatía sobre el local de la calle Brandsen.
Robert Chasing comprendió que era la hora de informar la verdad y comenzó a llamar a los medios periodísticos más importantes del país. Los fue citando a todos para el día lunes pero fue un intento que nunca pudo llevar a cabo. Manos desconocidas incendiaron su propiedad y lo mataron. Terminó tirado en la vereda tratando de escribir con su propia sangre algún símbolo desconocido en la pared del local pero no pudo lograrlo.
De Roberto Lavinio no se supo nada más.
Algunos afirman que se retiró a algún lugar secreto del mundo donde no pudieran encontrarlo. Otros dicen que no soportó ser el único conocedor de la verdad y que se convirtió en poeta en el anonimato. Y también hay quienes comentan  por lo bajo que fue un traidor a su grupo y que por eso se mantiene vivo en algún sitio alejado.
Un par de años después se levantó en el lugar la traza de una nueva autopista. Decenas de bloques de manzanas fueron tiradas abajo. Y junto con ellas demolieron el local de la calle Brandsen.
La gente común siguió con su existencia  y sus afanes.
Las cosas volvieron a ser como fueron siempre. Y miles de automóviles comenzaron a pasar por el  lugar.  Todo volvió a ser cierto y cotidiano y la ciudad y la vida continuaron su curso normal.
Ya no quedaron rastros del sueño que un día reuniera a Robert Chasing y a los Tres Hermanos.  Ninguno se volcó en el barrio a la interpretación de antiguos textos. Nadie soñó con grandes revelaciones ni con reescribir la historia. No hubo quien que se ocupara de esas cosas y entonces todo el mundo comenzó poco a poco a olvidarlos.


                                                          
                                                                                                                             ©2018 

14 comentarios:

  1. A pesar de no conocer los detalles que se mencionan en el texto acerca de los pormenores de las escrituras y su interpretación, la historia me atrapó desde el comienzo, hasta diría desde el título. Todo el desarrollo tiene un aura tenebrosa, ocultista, que se ve reforzado en los acontecimientos siniestros que se suceden, incluso la desaparición del local en este contexto parece algo así como el hundimiento de la casa Usher. Hasta el desenlace, por la negación, parece una confabulación más de las fuerzas ocultas que acechan en la historia. Excelente, Néstor.
    Ariel

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    1. Muchas gracias Ariel. En realidad, he dejado sujeta a la interpretación del lector el contenido del descubrimiento de los investigadores. Con el transfondo, desde ya, de la vida de Jesús. El local en una calle porteña es el ancla a tierra de la historia. Me alegra que te haya gustado!

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  2. Qué historia impresionante Nes. Me ha parecido interesante y misteriosa. Te felicito.

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  3. Graciela Girolomin17 de octubre de 2018, 3:31

    Una historia sórdida. Está cargada también de misterio.Muy buena Néstor.

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  4. Alicia Carmen Vullo17 de octubre de 2018, 3:39

    Una historia distinta, medio tenebrosa....Fuerzas ocultas acechan el relato. Que misterio... lo felicito Nestor!!!

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  5. Una historia diferente y muy original que nos enreda en sus secretos y en un misterio que no se acaba de desvelar. Gran relato, Néstor.

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    1. Te agradezco mucho la visita y el comentario y los elogios. Siempre es de una gran alegría para mí verte de visita en el blog!

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  6. Hola Néstor, sí, en realidad es una historia diferente a lo que estamos habituados a leer, y como me considero algo involucrado en esos temas por ser un interesado en la materia, me resultó muy buena, interesante y atrapante la historia, con el anclaje en la calle Brandsen, lo que le da cierta realidad. Abierta en cuanto al tema del descubrimiento y del final

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  7. Que bueno Guille ¡Me alegra que te haya gustado!

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  8. Qué historia tan interesante Nestor,... pero creo que la has desgraciado,... creo sinceramente que da para una historia novelada. Te felicito!

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    1. Gracias Norte. Me alegra que hayas visto en el texto una probable novela. Aquí en Internet a veces nos vemos obligados a trabajar en formatos de 1000 o 1500 palabras. Son los usos y costumbres de la red con respecto a los lectores. Desde ya que me has dado una excelente idea. Y no descarto trabajar mas adelante en ella. Un abrazo.

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