Cuando
promediaba la década de 1980 el licenciado y antropólogo Robert Chasing daba clases de historia en un local de la calle
Brandsen. El lugar no era demasiado amplio pero contaba con un patio y una
habitación en el fondo.
Chasing
era considerado como un hombre un tanto extravagante para el barrio. Usaba el
pelo largo, bigotes delgados y pequeños
anteojos. Y aunque se vestía de manera
normal su aspecto recordaba, en el
imaginario colectivo, al de algunas décadas
anteriores.
En
su habitación del fondo disponía de manera desordenada, de una biblioteca de
miles de ejemplares y de un telescopio que ciertas noches sacaba a la terraza.
Apenas le quedaba lugar para una cama y un ropero donde guardaba su escasa
ropa.
Robert
Chasing dominaba y conocía varios idiomas antiguos, entre ellos el latín, el armenio
y el griego clásico. Sus alumnos eran, en general, estudiantes secundarios pero
por las noches recibía un grupo muy especial al que él llamaba Los Tres Hermanos. El escribano armenio Alex Agopián y los gemelos,
Néstor y Roberto Lavinio. El primero era
un filólogo apasionado y los restantes viajeros frecuentes y empleados en la
Aerolíneas estatal desde su más temprana juventud. Agopián reunía un enorme conocimiento del idioma
natal y sus dialectos y los hermanos Lavinio habían recorrido gran parte del
mundo, incluidos aquellos territorios que atraían fuertemente a Chasing.
Todo
había comenzado en la noche de un año atrás cuando Chasing, leyendo en armenio
la parábola del sembrador, notó que la frase Այդ օրը, Յիսուս դուրս է եկել տնից եւ նստեց ծովը podía superponerse y cambiar de
significado mediante el uso del adverbio երբեւէ. También comprobó que combinando algunos términos particulares
las oraciones adquirían otro tipo de sentido. Aquello lo conmovió
profundamente. Y a partir de ese día comenzó a adentrarse en la interpretación
de los textos.
Chasing
sabía que la originalidad de las enseñanzas de հիսուս (Jesús) radicaba en la insistencia en el amor al
enemigo así como en su relación muy estrecha con Dios a quien llamaba en arameo
con la expresión familiar Abba (Padre).
Consideraba también que ni Marcos ni Mateo habían transmitido con
exactitud el mensaje de la existencia de ese Dios que andaba en busca de los oprimidos y los marginados.
Hablaba
a veces de estos temas con el sacerdote a cargo de la Iglesia de Santa Felicitas
que quedaba a pocas cuadras de su local.
Y el cura casi siempre lo remitía a los Evangelios. “Allí está todo”, le decía.
Pero Chasing estaba seguro de que había algo más en la historia y que ese algo aún
no había sido contado.
Sustentaba
su teoría en las conocidas afirmaciones de muchos estudiosos de los años en
blanco de հիսուս
(Jesús), de los cuales no dicen nada los Evangelios y que alcanzan a dieciocho
años de su vida. En general es aceptado que viajó a la India y que en el camino
estuvo viviendo en algunos pueblos de Armenia pero la doctrina oficial de la
Iglesia siempre se negó a aceptarlo.
Agopián
pasaba muchas noches junto a Chasing reinterpretando los textos en armenio que
los hermanos Lavinio le traían de sus viajes. Eran arduas sesiones de estudio
de algunos ejemplares que no consignaban nota editorial y que Roberto Lavinio
había conseguido en las afueras de Ereván, la capital de Armenia.
En
el barrio circulaban rumores respecto de las actividades del grupo y algunos
grupos reaccionarios comenzaron a hostigarlos y a pintar consignas en las
puertas del local y a veces le arrojaban bombas de alquitrán contra las
paredes.
Una
mañana encontraron, para su sorpresa,
cierto pequeño ataúd con alfileres pinchados, en cuyo interior había
tierra, sal y velas negras y rojas. Chasing omitió el temor y las
preocupaciones porque consideraba que ese tipo de gente ya no se encontraba en
condiciones de mandar a la hoguera a nadie. En ese momento no lo sabía pero
estaba muy equivocado.
2
Néstor
Lavinio regresó un día de un viaje a Oriente y trajo consigo un libro
inesperado. Tres meses después Chasing y el grupo comprendió que estaba en
condiciones de anunciar al mundo la noticia más increíble de los últimos dos
mil años. Sin embargo, por un cierto tiempo dudaron en hacerlo.
–Hay
que andar con cuidado con estas cosas. –dijo Roberto– Van a crucificarnos.
–Tenemos
las pruebas. –contestó su hermano.
Fueron
semanas de incertidumbre y de toma de decisiones pero luego los hechos se precipitaron.
Néstor Lavinio regresó a Armenia y visitó, no solo las afueras de Ereván, sino
también algunos poblados donde հիսուս (Jesús) pudo haber estado. Lugares cercanos a la
frontera con Azerbaiyán y tan exóticos para un occidental como sus propios nombres:
Jermik, Shatin, Azatek y Sevarea.
Luego Néstor desapareció y el grupo estuvo más de
una semana sin recibir noticias suyas. El filólogo Alex Agopián decidió
entonces viajar y encontrarlo. Llevaba consigo la carga genética de sus
ancestros y el increíble conocimiento de idiomas.
Robert Chasing comenzó a preocuparse.
Se reunía todas las noches con Roberto Lavinio
intentando continuar clasificando materiales, mantener todo ordenado y empezar a redactar un libro donde poder dejar
constancia de los importantes hallazgos realizados.
Sin embargo, Alex Agopián también dejó de llamar y
la preocupación entonces se tornó en alarma. Juntos fueron a denunciar la
desaparición a la cancillería y luego de varias semanas lo encontraron.
Alex Agopián estaba internado en un sanatorio
psiquiátrico de Ereván y aparentemente había perdido la razón.
A Néstor Lavinio nunca pudieron hallarlo.
Una oscura sombra se abatía sobre el local de la
calle Brandsen.
Robert Chasing comprendió que era la hora de
informar la verdad y comenzó a llamar a los medios periodísticos más
importantes del país. Los fue citando a todos para el día lunes pero fue un
intento que nunca pudo llevar a cabo. Manos desconocidas incendiaron su
propiedad y lo mataron. Terminó tirado en la vereda tratando de escribir con su
propia sangre algún símbolo desconocido en la pared del local pero no pudo
lograrlo.
De Roberto Lavinio no se supo nada más.
Algunos afirman que se retiró a algún lugar secreto
del mundo donde no pudieran encontrarlo. Otros dicen que no soportó ser el
único conocedor de la verdad y que se convirtió en poeta en el anonimato. Y
también hay quienes comentan por lo bajo
que fue un traidor a su grupo y que por eso se mantiene vivo en algún sitio
alejado.
Un par de años después se levantó en el lugar la
traza de una nueva autopista. Decenas de bloques de manzanas fueron tiradas
abajo. Y junto con ellas demolieron el local de la calle Brandsen.
La gente común siguió con su existencia y sus afanes.
Las cosas volvieron a ser como fueron siempre. Y
miles de automóviles comenzaron a pasar por el lugar. Todo volvió a ser cierto y cotidiano y la
ciudad y la vida continuaron su curso normal.
Ya no quedaron rastros del sueño que un día reuniera
a Robert Chasing y a los Tres Hermanos. Ninguno
se volcó en el barrio a la interpretación de antiguos textos. Nadie soñó con
grandes revelaciones ni con reescribir la historia. No hubo quien que se
ocupara de esas cosas y entonces todo el mundo comenzó poco a poco a olvidarlos.
©2018
A pesar de no conocer los detalles que se mencionan en el texto acerca de los pormenores de las escrituras y su interpretación, la historia me atrapó desde el comienzo, hasta diría desde el título. Todo el desarrollo tiene un aura tenebrosa, ocultista, que se ve reforzado en los acontecimientos siniestros que se suceden, incluso la desaparición del local en este contexto parece algo así como el hundimiento de la casa Usher. Hasta el desenlace, por la negación, parece una confabulación más de las fuerzas ocultas que acechan en la historia. Excelente, Néstor.
ResponderEliminarAriel
Muchas gracias Ariel. En realidad, he dejado sujeta a la interpretación del lector el contenido del descubrimiento de los investigadores. Con el transfondo, desde ya, de la vida de Jesús. El local en una calle porteña es el ancla a tierra de la historia. Me alegra que te haya gustado!
EliminarQué historia impresionante Nes. Me ha parecido interesante y misteriosa. Te felicito.
ResponderEliminarGracias Carlita. Te mando un cariño grande.
EliminarUna historia sórdida. Está cargada también de misterio.Muy buena Néstor.
ResponderEliminarQue bueno que te haya gustado Gra. Beso grande.
EliminarUna historia distinta, medio tenebrosa....Fuerzas ocultas acechan el relato. Que misterio... lo felicito Nestor!!!
ResponderEliminarMuchas Gracias Alicias. Sos muy amable!
EliminarUna historia diferente y muy original que nos enreda en sus secretos y en un misterio que no se acaba de desvelar. Gran relato, Néstor.
ResponderEliminarTe agradezco mucho la visita y el comentario y los elogios. Siempre es de una gran alegría para mí verte de visita en el blog!
EliminarHola Néstor, sí, en realidad es una historia diferente a lo que estamos habituados a leer, y como me considero algo involucrado en esos temas por ser un interesado en la materia, me resultó muy buena, interesante y atrapante la historia, con el anclaje en la calle Brandsen, lo que le da cierta realidad. Abierta en cuanto al tema del descubrimiento y del final
ResponderEliminarQue bueno Guille ¡Me alegra que te haya gustado!
ResponderEliminarQué historia tan interesante Nestor,... pero creo que la has desgraciado,... creo sinceramente que da para una historia novelada. Te felicito!
ResponderEliminarGracias Norte. Me alegra que hayas visto en el texto una probable novela. Aquí en Internet a veces nos vemos obligados a trabajar en formatos de 1000 o 1500 palabras. Son los usos y costumbres de la red con respecto a los lectores. Desde ya que me has dado una excelente idea. Y no descarto trabajar mas adelante en ella. Un abrazo.
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