lunes, 6 de agosto de 2018

Los 4 Ases


Aquella mañana Ravazza estaba ciertamente desolado. La noche anterior había terminado de cortar una relación de casi un año y su alma se llenaba con una mezcla de pesadumbre y extrañeza. Desde joven había sospechado acerca de lo extraño que era  aquello que la gente llamaba “amor” y la vida no hacía otra cosa que demostrárselo. Los años pasaban y se estaba viniendo un tipo grande, saltando de fracaso en fracaso.

En el lugar donde trabajaba le habían dado dos semanas  de licencia pero él hubiera preferido seguir yendo al trabajo. Pensaba que aquel vacío de las horas iba a perjudicarlo en el inevitable duelo.

 Ravazza jamás en su vida había ido a un psicólogo aunque a veces utilizaba la jerga, especialmente cuando le tocaba enfrentar esas íntimas charlas consigo mismo.

                Entonces no le quedó otro camino que el café.

                Le gustaba frecuentar el bar Los 4 Ases, uno de los últimos que quedaba  en Floresta. Allí solía sentirse bien y podía beber tranquilo. Conocía en general a los parroquianos del lugar y a veces se quedaba callado un par de horas sin que nadie lo notase.

                Aquel sábado al mediodía, sin embargo, le pareció que Mario, el mecánico, se hallaba abatido en una pequeña mesa lateral con el hombro derecho apoyado contra la pared; una copita de ginebra bebida apenas por la mitad y un cigarrillo convertido por entero en ceniza.          
               Ravazza sintió que debía acudir a su encuentro pero luego se detuvo. Prefirió indagar y ser prudente. Así fue que se enteró que el hombre estaba viudo desde un tiempo atrás y que daba la impresión de no poder recuperarse del todo. Es que perder para siempre a la compañera del camino de la vida era, naturalmente, algo mucho más importante que lo que a él le había pasado.

Un rato después llegó Pedro, acaso el más cercano amigo de Mario y se aproximó a consolarlo. De a poco lo ayudó a levantarse de la mesa y luego lo llevó hasta la barra, también le trajo la copita de ginebra y se sentaron al lado de Ravazza. Entre ambos instaron  a Mario a beberse la ginebra que todavía le quedaba. Era un sábado nublado en la ciudad de Buenos Aires.

Pedro se había jubilado tres meses atrás y pasaba casi todo el día en el taller de Mario. A veces preparaba el mate, a veces hacía algún recado para su amigo o le iba a comprar el repuesto de algún auto.

Cuando Mario quedó viudo prácticamente se convirtió en su hermano, pero ahora tres meses después le pareció  que iba a ser muy difícil intentar recuperarlo.

Luego de un tiempo de duelo le enseñó a manejar la computadora y le abrió una cuenta en un sitio de citas. Iba todos los días a  su casa con una constancia notable y tanto insistió que Mario, que jamás había tocado una PC, terminó por usarla de una manera aceptable. También le hizo cambiar el auto por uno más moderno y hasta deslumbrante. “con éste te vas a cansar de levantar minas” le susurró al oído en una cierta tarde.

Pedro era de verdad un gran amigo y Mario comenzó a quedarse en su casa dejando a su cuñado a cargo del taller mecánico.

–Nunca estarás solo. –siempre le decía–  esto es algo momentáneo. Ya vas a ver que pronto la vas a olvidar.

Además  lo llevó a comprar ropa mucho más moderna de la que Mario usaba y hasta lo ayudó en Internet para conseguirle un par de encuentros con mujeres de su edad.

Aunque también tuvo que aceptar que lo notaba casi siempre taciturno y nunca lograba sacarlo de ese estado. Mario se la pasaba desarmando, aceitando y lustrando de manera obsesiva una Beretta 3032 Tomcat que había comprado para defensa  personal en una armería del Centro. Un arma de bolsillo pero ciertamente efectiva y que llevaba cuando iba a controlar el estado de su casa en Las Toninas, un PH frente al mar y al que Mario adoraba.

La rutina comenzó a darse de este modo: Pedro llegaba, con frases de aliento y con los resultados de los sitios de la computadora y Mario le sonreía en silencio aceitando y lustrando la pequeña pistola.

Para ese tiempo Ravazza terminó su licencia y dejó de concurrir por un tiempo al bar Los 4 Ases. Debió viajar por cuestiones de trabajo pero cada tanto pasaba por allí para beberse un par de tragos. Acostumbraba preguntar por Mario, en especial si lo encontraba a Pedro cerca pero nunca pudo conseguir de su parte una respuesta cierta o atinada.

Y así fueron pasando las semanas.  Una mañana Pedro se enteró que  Mario había puesto la propiedad y el departamento en Las Toninas a nombre de su hija que vivía en Australia. Y cada vez estaba peor, a veces se levantaba de la cama al mediodía, almorzaba frugalmente y enseguida de nuevo se acostaba. Al parecer no había manera de quitarlo de la depresión, ni tampoco de enviarlo a un médico o a un psicólogo porque Mario siempre se negaba. Cierto mediodía en el bar Ravazza le dijo que tal vez no era conveniente toda esa historia de la computadora y los sitios de citas.

-¿Qué tal si lo llevamos de putas?  Le comentó con una cierta ironía y Pedro lo miró entre sorprendido y asombrado.

–Ni siquiera logro que se levante de la cama-dijo.

Aquellos fueron tiempos de adviento, no sólo porque se hallaba cerca la Navidad sino porque era conveniente pensar en prepararse para lo que pudiera pasar. Y una buena tarde Ravazza preguntó por Mario y le dijeron que había muerto. Asombrado, aguardó la llegada de Pedro y este le contó que un par de días atrás su amigo se sentó en soledad en la cocina de su casa frente al retrato de la esposa y lo llenó de besos, después acercó la Beretta Tomcat a la sien y se voló la tapa de los sesos.





©2018

18 comentarios:

  1. Un narrador en tercera persona con un personaje privilegiado (Ravazza) que es el eje de rotación de la historia que se está contando. Un relato demoledor con un desenlace que estremece. Brillante, Néstor, un personaje notable que puede dar para mucho. Un abrazo.
    Ariel

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Ariel. En realidad me apoyé en ese recurso para salir de la primera persona en la que ultimamente me estaba encerrando. Trataré de "bucear" en Ravazza y ver hasta donde puedo llegar con semejante personaje. Un abrazo.

      Eliminar
  2. He quedado estremecida por esta historia, te juro Nes que me dejó sin aliento.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Que bueno Carlita. Cuando uno escribe quiere llegar al fondo de la emoción del lector. Me alegra haberlo logrado. Un cariño grande para ti muchacha.

      Eliminar
  3. Muy bueno, realmente impresionante. Me ha llegado muy profundo la fuerza de este relato.

    ResponderEliminar
  4. Impactante en su contenido; mucho. Impresiona la narrativa del hombre que se desdobla y toma el papel de protagonista y narrador. Como siempre, hermoso Néstor, eres uno en millones cuando de contar nostalgias se trata. NOTABLE! Te requete abrazo. SOFIAMA

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Sofy por ser tan consecuente con lo que publico. He buscado una manera oblícua de utilizar la tercera persona. Me alegra que te haya gustado. Estoy muy feliz por tus elogios.

      Eliminar
  5. Me he quedado helada por la trama y el desenlace pero también sorprendida por ese ¿alter ego? de Ravazza. Y la tercera persona a la cual no nos tenes acostumbrados. Excelente!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Que buenooo Lili. Me alegra muchoi que te haya gustado.

      Eliminar
  6. Alicia Carmen Vullo7 de agosto de 2018, 5:34

    Un alma entristecida, que abandona a otros seres queridos y se refugia en pensamientos egoistas y recurre a la muerte para tener paz; la pérdida de un ser querido es un tiempo dificil y yo en primera persona también me refugie en las páginas, pero de Historia o blog de relatos como el suyo....y aprendí a llorar sobre el hombro de quienes estuvieron presente. Y no quiero un final sin esperanzas; quiero esperanza sin final... Triste y fuerte relato Sr. Nestor. Tengo ganas de llorar!!! Muchas casualidades en un día...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Alicia. Estoy muy reconocido por tu comentario. Es dificil, a veces, dilucidar si un suicida ha sido un valiente o un egoista, tienes razón. Puedes llorar, es humano.

      Eliminar
  7. Tremendo ese final. Como dice Ariel un relato brillante.

    ResponderEliminar
  8. Hola Néstor. Muy bueno ese relato en tercera persona. Una historia dura pero muy real. Me conmovió el final.

    ResponderEliminar
  9. Me gustó este relato.

    ResponderEliminar