1
En aquella
húmeda mañana de un insoportable mes de agosto Ravazza sabía perfectamente que
algo diferente le iba a pasar. Lo notaba en algunos tics corporales, en cierto
nivel del zumbido de oídos y en sus manos mucho más frías que de costumbre.
Y además en
ese leve, pero muy leve ahogo que sentía al sorber el café sentado en la mesa
del bar. Entonces sonó el celular y sus sospechas se tornaron realidad. Del
otro lado se escuchó una voz de mujer preguntando por él. La voz se presentó y dijo:
–Soy Celina.
– ¿Qué Celina?
–Celina tu
novia ¿Te falla la memoria?
Y entonces
Ravazza terminó de beber el café. Celina representaba en ese instante la
prehistoria de su vida. Casi le costaba calcular los años que no la veía. Y
toda su enjundia de hombre acostumbrado a las palabras se derrumbó en ese
momento con la facilidad de un castillo de naipes. Los segundos pasaron y no logró articular la
menor frase.
– ¿Estás ahí
Carozo?
–Si –replicó-
Y no me gusta que me llames Carozo.
Lo primero
que pensó Ravazza fue en el vértigo del paso del tiempo y en los cambios con los
que la técnica acorralaba a los humanos. Celina había sido su novia adolescente
treinta años atrás y ahora su voz reaparecía en un pequeño aparato que en aquel
tiempo hubiera sido de ciencia ficción. Luego le hizo señas al mozo y pidió un segundo
café. Pensaba en beberlo sin sentir ningún ahogo y en tratar de ordenar sus oscuras
cavilaciones.
Sin embargo
todo fue en vano.
Dentro de su
mente percibió una especie de destello
interior y en el destello pudo contemplar a Celina mientras lo abandonaba por
su mejor amigo en el día de su cumpleaños. Todo fue como un chispazo que
permitió que una vieja realidad invadiera su memoria.
– ¿Cómo conseguiste
mi número? –preguntó.
–Ya te lo
diré. Nos vemos en el Glorias, a las ocho de la noche, allí te cuento todo.
–dijo y luego cortó.
El “Glorias”
era en ese momento un bar en cierto modo decadente en la calle lateral del club
Glorias Argentinas de Mataderos. Años atrás, un fuerte temporal había volado el
viejo techo de chapas y derrumbado las paredes del gimnasio. Durante la segunda
mitad del siglo XX el club fue un
importante lugar de reunión social y musical con bailes y actuaciones de
artistas populares hoy legendarios. Ahora, sin embargo, era un limitado y
triste recuerdo de lo que en su momento representó para la gente de la zona.
Ravazza
entró al bar del Glorias y miró en dirección a todas partes. No tenía ni la
menor idea de cómo reconocer a Celina. Entonces decidió buscar entre las
mujeres del lugar aquellos enormes ojos oscuros que en su momento lo habían
encandilado. Alguien tocó sus hombros y Ravazza giró la vista para verla: era Celina en
persona. Estaba con su pelo morocho recogido y un pequeño elástico rojo
apretando la cola de caballo. Tenía cierto leve maquillaje en la cara y se le
notaban dos cosas, una, lo hermosa que era y otra, el paso del tiempo
inexorable.
Ravazza
sintió en esos momentos sorpresa, admiración y un poco de espanto.
– ¿Cómo
pueden pasar estas cosas? - se preguntó sin obtener ninguna respuesta.
Celina
lo besó en la mejilla y lo miró divertida. Luego se sentaron a una mesa lateral
y charlaron durante casi dos horas.
Ella era
bailarina de tango, una famosa bailarina de tango que Ravazza nunca llegó a
conocer debido a un seudónimo y que junto con su amigo Alberto, el mismo que se
la había robado, estuvo viajando por casi todo el mundo.
–El otro día
me puse a hacer las cuentas –dijo– y visitamos cincuenta y cuatro países.
Siempre bailando tango.
Nunca
tuvieron hijos y Celina no le explicó por qué, pero conocieron gente muy
importante, celebridades y reyes y jefes de estado. Y ahora Alberto había
decidido separarse de ella, dejar de bailar y retirarse a un suburbio de Miami.
– ¿Se puede
saber dónde entro yo en todo esto? –dijo Ravazza.
–Quiero que
vayas, que hables con él y que le pidas que no se separe de mí.
Y en ese
mismo momento los equipos de audio del local comenzaron a propalar antiguos tangos.
Ravazza amaba aquel sonido, aunque también sabía que era un género que se
estaba muriendo poco a poco. Para el tango (y acaso para él) había llegado la
hora del ocaso.
Pensaba
además que su encuentro con Celina era tan bizarro como insólito, en especial
por el pedido que intercediera ante su viejo amigo. No llegaba a comprender del
todo semejante encargo pero sentía que esa misma incomprensión lo instaba a seguir adelante.
–
¿Por qué yo? –le dijo– A mi me parece hasta un poco absurdo.
–No
lo sé –respondió Celina– Anoche tuve un sueño y sentí que debía llamarte.
Ravazza
entonces se levantó de la mesa con el número de Alberto en el bolsillo del
saco. Celina le acarició la cara y sus ojos se humedecieron un poco.
– ¿Todavía
te gusto? –dijo Celina.
–Siempre me
gustaste.
2
Y al día
siguiente diluvió en Buenos Aires.
Ravazza se
encontró con Alberto en un viejo bar del Bajo. Esos que suele haber en la Recova
del Paseo Colón. Cuando se vieron los dos se fundieron en un fuerte abrazo.
Alberto estaba tan buen mozo como siempre y el pelo rubio y lacio de entonces
ahora aparentaba un color algo
indeterminado. Su rostro, sin embargo, casi no tenía ni arrugas ni marcas, aunque, eso sí, se le
notaba bastante flaco.
Los dos
charlaron mucho acerca del pasado y tanto el uno como el otro dieron aquel
viejo episodio por superado. Se contaron historias de su vida y bebieron vino
blanco.
Afuera la
lluvia casi anegaba el Bajo.
Entre vaso y
vaso Ravazza le preguntó cuál era la razón por la que abandonaba a Celina y entonces Alberto
se quedó muy asombrado.
– ¿Cómo
sabes eso?
–Ella me
pidió que viniera a verte y que los reconciliara. O algo así, no estoy seguro.
Ni siquiera sé porque vine a buscarte. Esto es algo loco, lo admito, en
especial después de tantos años pero bueno, no soy de fallarle a nadie, le hice
una promesa a Celina y vine a cumplirla.
Alberto se
tomó de la cabeza y la hundió entre sus brazos. Le comentó a Ravazza que le
estaba muy agradecido por su “gestión” pero que ya tenía la decisión tomada
desde bastante tiempo atrás y no pensaba modificarla. También le dijo que no
tenía ninguna otra mujer y que amaba mucho a Celina.
–La gente no
abandona a las personas que ama. –dijo Ravazza.
Y Alberto lo
miró con una extraña tristeza.
A partir de
aquel día ambos reanudaron cierta especie de remembranza de aquella joven
amistad que tuvieron algún día. Andaban juntos por Buenos Aires, se encontraban
tres o cuatro veces por semana y visitaban los lugares emblemáticos del viejo pasado. Disfrutaban de estar juntos
y eso se notaba pero Ravazza nunca logró que le volviera a hablar de Celina.
Un atardecer
compartido en el bar donde se produjo el reencuentro y un par de vasos de ron
lograron que al final Alberto le terminara por contar algunas cosas. “Ella
tiene la vida y el futuro asegurado, vivirá de rentas, de todo lo que hemos
ganado en las giras. Armé un fideicomiso para quedarme tranquilo, soy un tipo
muy metódico, he dejado todo arreglado”.
Y luego no volvió a mencionar el tema.
Ravazza
llamó a Celina para contarle su fracaso y ella le agradeció por haberse
encargado de su pedido.
Una semana
después Alberto partió rumbo a Miami. Ravazza lo acompañó al Aeropuerto de Ezeiza pero lo notó muy desmejorado. Un par de
horas antes de embarcar conversaron mucho sobre la vida y las cosas que
pasaban. Fue una conversación cargada de melancolía, hasta que en un momento
especial Alberto sintió ante su viejo amigo que debía confesarse:
–Tengo
cáncer de páncreas –dijo- Moriré en un par de meses. No deseo, bajo ningún
concepto, que Celina vaya a verme convertido en un despojo humano. La amo por
sobre todas las cosas y voy a evitarle ese sufrimiento. Arreglé con una clínica
en las afueras de Miami, cuando comiencen los dolores ellos me aplicarán la sedación paliativa, que es un
eufemismo, claro. Las altas dosis de sedantes solo acelerarán mi muerte. Moriré
sin dolores y sedado. Y así me iré yo de este mundo, como nos iremos todos.
Tengo un contrato, arrojaran mis cenizas al mar y listo.
Ravazza lo miró a los ojos con firmeza pero sin pena aunque no
logró articular palabra.
–Te lo he contado todo. Sé que no vas a decirle nada a Celina
porque los dos compartimos los códigos. Somos parte de una cofradía,
nacimos en el suburbio, sabes bien de lo que estoy hablando.
–No sé si
estoy de acuerdo contigo Alberto, pienso que haciendo esto no vas a permitir,
por más doloroso que sea, que Celina
viva tu muerte como realmente debería hacerlo. Aunque también respeto tu decisión. Nacimos en el
suburbio, es cierto, somos una cofradía.
Luego se
abrazaron en el extremo de la escalera mecánica y Alberto tomó el avión.
3
Ravazza
anduvo después transitando los lugares donde
había estado con su amigo. Pensaba en esa
especie de viaje hacia la muerte que
Alberto emprendía y pensó que la vida no era otra cosa que un viaje
hacia la muerte. Esta misma existencia
actual lo desconcertaba por completo. De
repente el pasado había hecho una especie de entrada triunfal en la rutina de
hombre grande.
Las luces y
las sombras de la juventud irrumpieron en su soledad y él extrañamente se sintió deslumbrado. Las
salidas con Alberto y la charla con Celina lo habían quitado del tobogán diario
donde bajaba en círculos y poco a poco se hundía.
Algunos días
después lo llamó Celina. En esos momentos caminaba por el Bajo, en busca del
bar de Paseo Colón en La Recova. Hacía mucho frío en la ciudad y llevaba un
abrigo con el cuello levantado.
– ¿Cómo
estás Carozo?
– Ya te dije
que no me gusta que me llames Carozo.
– ¿Cuándo
vas a venir por el Glorias así te enseño a bailar?
–Mañana
–dijo Ravazza– Mañana mismo paso por allá. Tenemos muchas cosas de las que hablar,
Celina.
Luego entró
al bar y puso sobre una silla el abrigo. Se sentó mirando a la calle y pidió un
vaso de ron para brindar por Alberto.
©2018
Un texto potente en el cual el narrador coloca el punto de vista en los contenidos que burbujean en la mente de Ravazza con los vaivenes de los acontecimientos, pero que, cuando es necesario, ilumina la escena involucrando al resto de los personajes. Un trabajo realizado con la fuerza de tu talento. Felicitaciones, Néstor.
ResponderEliminarAriel
Muy amable Ariel. Ando explorando un poco la forma de salir del esquema " primera persona + mil palabras" tan habitual en internet. Gracias por los elogios.
EliminarCreo que con este trabajo te superaste. Es un relato que mejora Laura media de tus cuentos, siendo éstos por cierto ya calificados como muy buenos. Me parece acertada la idea de escribir un relato más extenso y dividido en tres partes. El tema es original y difícil de encarar, pero lo resolvés muy bien. Final abierto, que me parece bien como para que no sea tan dramática
ResponderEliminarQue bueno que te haya gustado Guille. me pone muy feliz que el texto te parezca "original y bien resuelto". Gracias. Un abrazo.
EliminarCon este relato casi me has hecho llorar Nes. Lo dramatico aparece natural. Muy bueno, te felicito.
ResponderEliminarGracias Carlita. Ese ha sido un poco mi propósito: no caer en el dramatismo. Me alegran tus elogios. Un beso.
EliminarMuy emotivo y dramático relato, me tocaste alguna fibra que me devuelve a circunstancias propias y dolorosas. Igualmente te lo agradezco. Un cariño Sr. Nestor.
ResponderEliminarGracias Alicia. A veces suceden estas cosas. Uno al escribir intenta movilizar sentimientos. Un beso. Gracias por el comentario.
EliminarNuevamente Ravazza protagonista pero superado ampliamente al anterior que ya era muy bueno. Este es extraordinario! Conmovedor hasta la médula y seguramente el inicio de una gran etapa del Ravazza escritor.
ResponderEliminarGracias Liliana. Me alegra que te haya gustado tanto!
EliminarQue linda historia un poco triste pero muy bien relatada que uno lo toma como parte del destino que nos toca a cada uno.
ResponderEliminarGracias Jorge por comentar esta historia, te mando un fuerte abrazo.
EliminarQué bien contado, Néstor! Sin una pizca de sensiblería relatas una historia tremenda. Me ha parecido magnífico.
ResponderEliminarGracias Marta, eres muy amable!
EliminarMi amigo, sea cual sea la persona en que narras, tus escritos son soberbios. Fascinante y emotiva historia con personajes bien esbozados y sentimientos claramente definidos; y no, Néstor querido, no se olvida jamás a la persona amada. FASCINANTE. Te felicito. Lo super disfruté. Te abrazo full y te quiero super full. SOFIAMA
ResponderEliminarGracias Sofy, corazón. Siempre es una alegría verte pasar por el blog. A algunos amores cuesta mucho decirles adiós. El olvido no está previsto para esos casos y casi nunca puede darse. Eres muy amable con los elogios. Yo también te quiero. Que pases bellos días.
ResponderEliminarNèstor querido que pedazo de animal por dioss como pòdes escribir tan bien , sabes que no ahondo en criticas literarias porque estoy a años luces de vos, pero tenes una narrativa impresionante, cada vez escribis mejor hermano. me volaste la cabeza. ah saludos de Heracles
ResponderEliminarGracias pibe, me emocionan tus elogios. Te mando un fuerte abrazo. Ah, y dale mis saludos a Heracles!
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