sábado, 6 de julio de 2019

Reflexiones de Invierno


                Hoy es la tarde del eclipse y el invierno ha terminado de apoderarse de la ciudad de Buenos Aires. Se acercan los días de la intemperie y  del  obsesionado viento sudoeste que aquí llamamos “pampero”.  Mis días transcurren, de todos modos, sin ningún alegato ¿A quién voy a apelar por mi desgano? Hace rato ya que he perdido el incentivo, no hay motivación y no hay musa que me alcance. Rubén Darío solía decir que cuando hablamos de “musa” tan solo estamos nombrando una falacia. Le gustaba afirmar que hasta las sirenas de Ulises eran falsas. “Ellas nunca cantaron –decía- Ulises simplemente creyó que cantaban y se engaño como nos engañamos siempre los varones”.
                Lo cierto es que esta inédita combinación (por lo menos para mí) del invierno de la ciudad y del invierno de mi vida termina siempre con los dedos inertes frente al teclado.  
                Podría escribir al azar, por ejemplo, y recordar a Mirta y a su flequillo legendario: aquel que me seducía tanto como su breve falda.  Lo cierto es que a medida que me he vuelto un tipo grande suelo tener distinta la mirada. El pasado ya no es algo fraccionado en evocaciones. Ahora es una especie de túnel que lo abarca todo. Cada vez que miro hacia atrás distingo una especie de conducto decorado como el set  de una escenografía.  Y allá en el fondo del túnel, como en una pintura impresionista, mi infancia.
                Decía Chavela Vargas que el amor no existe, que es solo un invento de noches de borrachera y ahora que estoy, digamos, sin amor, tiendo a creer en la frase. El hecho de estar enamorado es similar a estar borracho. La sentencia la leí el otro día en la Internet. El departamento de neurociencia de una vieja universidad inglesa coincide con ella.
                De momento me refugio en la calidez del vino en estos atardeceres de la ciudad que amo, cuando me pongo a escuchar música sentado en el sillón de cuero que hace tantos años me acompaña. Y en el fondo de todo, ese retintín mezclado con el sonido, ese énfasis imperceptible que me advierte que, haga lo que uno haga, finalmente igual  el tiempo pasa.





©2019

10 comentarios:

  1. Me gustaron estas reflexiones. Me quedé con ganas Nes, que lo hubieras hecho mas largo!

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    1. Gracias Carlita. Un sencillo texto escrito un atardecer!

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  2. Me gusta mucho tus nostálgica reflexión; pletórica de poesía y sabiduría. Bechines. SOFIAMA

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  3. Interesantes reflexiones al amparo de ese "vino cálido". Excelente Néstor. Lo leí con interés-

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  4. Es buenos y da ganas de releerlo, coincido en que podría ser un poco más largo, las tardecitas de invierno son cortas....Igual consigue transmitir tu estado.

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  5. Nos quedamos sin aliento ante el teclado y de repente aparece nuevamente el deseo de dejar algo por escrito; un día se va el invierno y abandonamos el refugio en el que estamos; dejamos la melancolía para contemplar alguna delicia con la cual nos sorprende la vida aunque el tiempo pase implacable.

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  6. ¿Vos sabés que sí Ariel? Creo que es verdad, que los árboles tienen que dejar caer hasta la última de sus hojas para luego esperar el cambio. Gracias por pasar por el blog.

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