Mi
abuelo Ángel murió a los 59 años y a mí me pusieron de segundo nombre el suyo.
Aunque no era mi abuelo, digamos,
biológico. El verdadero murió sin llegar a conocerme y yo tampoco.
Siendo mi abuela viuda y madre de cinco hijos
una tarde se le acercó por las calles del barrio y le dijo que estaba
interesado en ella. Luego de algunos instantes de duda recibió esta respuesta:
“Mire que yo no busco un hombre para un día”. Y entonces el buen mozo, rubio y
de extraños ojos grises, de apellido Ferrero y ascendencia italiana le
contestó: “Está bien cuente conmigo”.
Creo que anduvieron toda la vida sin
tutearse.
Mi abuelo era un hombre que vestía sombrero,
y camisa y pañuelo blanco con un nudo al cuello. Tenía un cierto abdomen,
producto de beber vermut en el bar de la esquina y usaba cinturón de cuero y una importante hebilla con sus iniciales.
Creo que fue uno de los hombres más buenos
que conocí en mi vida.
Aquellos jóvenes años me impidieron llegar a entenderlo
del todo. Al fin y al cabo, el núcleo central de su existencia se correspondía
con un tiempo que me era ajeno por completo. Mi abuelo frecuentó el comienzo
del fútbol cuando iba armado a la cancha y el club del barrio Sportivo Alsina
jugaba en primera división. Fue hombre de caudillos y zaguanes que buscó en la
abuela ciertamente un refugio familiar para aquellos tiempos tan violentos.
Con los años se “amansó” y simplemente
regenteaba el juego ilegal en las adyacencias de su casa. Varias personas
levantaban apuestas y mi abuelo luego se las proporcionaba a un capitalista.
Era muy querido en la zona y todos lo llamaban “don Ángel”. Aunque en su rutina
diaria fumaba cinco atados de cigarrillos Particulares por día.
Eran cigarrillos cortos y sin filtro, no
existían los filtros en aquellos días.
Una cierta tarde le descubrieron un cáncer de
pulmón.
Yo era muy jovencito y mis padres me
mantuvieron alejado del intenso drama. Rápidamente la enfermedad le hizo
metástasis en la garganta y en un par de semanas murió. Los últimos cuatro o
cinco días vino un médico con una inyección de no sé qué cosa. El tipo entró
vestido de guardapolvo blanco y luego se fue. Y mi abuelo revivió y se volvió a
sentar en la cama y hasta comió y disfrutó de la comida y luego finalmente
murió.
Lo enterraron en la Chacarita.
En aquellos tiempos era impensable que nadie
fuera cremado. Lo pusieron en un nicho y
me olvidé rápidamente de él. En lo único en lo que pensaba era en vivir ya que apenas
tenía quince años.
Varios días después, durante un atardecer de
otoño, acompañé a mi padre a la terraza de mi casa. Nunca supe muy bien por qué
razón hizo lo que hizo. Llevó todas las
pertenencias del abuelo que no fueran ropa. Vació los cajones del ropero y de
la cómoda, quitó todas las pertenencias menores y de a poco fue haciendo una
fogata. Sé perfectamente de su amor por mi abuelo al que consideraba
literalmente su padre pero nunca sabré bien porque quemó sus cosas.
Había un tono intenso de añoranza en la
terraza de mi casa y en aquello que estaba pasando. El sol se ocultaba mientras
tanto en occidente y el cielo tornaba de un color rosado un poco oscuro. Mi
padre silbaba un silbido melancólico mientras incineraba todo y yo asistía a
aquel escenario inesperado para mis jóvenes años sin entender bien lo que pasaba.
Hoy el tiempo atravesó mi vida como si fuera un relámpago. Me he vuelto
también un abuelo y el mismo sol de aquella tarde se sigue poniendo sobre el
horizonte lejano.
Y allí está el cuerpo de don Ángel en la
Chacarita.
Descansando por una eterna eternidad en su
nicho. Mostrándole al mundo lo poco que somos los seres humanos.
©2018
No sabía lo de la fogata me sorprendió tanto... mi recuerdo más lejano en el tiempo me sitúa a los tres años y la abuela Luisa diciendo venir a despedirte del abuelo que se va .... atrás escuchaba la voz de mamá que decía “deje a la nena tranquila “ finalmente allí estaba yo frente al abuelo con los ojos cerrados como durmiendo, le di un beso en la frente y mi abuela me dijo esta noche se va al cielo decile chau....muy bueno Nes! Deberíamos escribir una novela juntos biográfica de la familia !
ResponderEliminarGracias Lili, claro que podríamos escribirla! Un beso.
ResponderEliminarQue texto duro Nes. Me ha llegado muy fuerte. Por lo visto es autobiográfico. Me gusta más cuando el tema es romántico. Un beso.
ResponderEliminarGracias Carlita. Este texto lo escribí hoy, mientras llovía en Buenos Aires. Ya te publicaré algo romántico. otro beso.
EliminarSiempre existe algo que conecta el relato con experiencias vividas. Me gusta la ambientación en el Alsina de aquella época y la expresión "deje a la nena tranquila"☺��
ResponderEliminarMe provocaste una sonrisa Guille. Ciertamente la relación entre mi madre y mi abuela era muy particular. Me inspiré un poco en Paul Auster, en el link que te mandé ayer, creo. Gracias por visitar el blog. Un abrazo.
EliminarUna historia oscura y fascinante. Realmente me ha gustado mucho.
ResponderEliminarGracias Andrea. Un abrazo.
EliminarTriste pero muy bello. Un texto atravesado de melancolía que atrapa el ambiente de toda una época. "Anduvieron toda la vida sin tutearse..." Fantástico.
ResponderEliminarGracias Marta. Siempre es una alegría verte por el blog. Cuando uno se refiere al pasado aparece la melancolía. Es algo, a veces, inevitable. Me alegra que te haya gustado el relato!
ResponderEliminarUn texto que leo con mucho sentimiento: las experiencias de la vida se asemejan, la historia se completa con vivencias propias y el parecido les da más fuerza a las palabras. Observo y reparo en la claridad con la que expresas cada frase, y la potencia que toma la narración con el eslabonamiento nítido entre ellas. Disfruto leyendo sin dejar de aprender, entendiendo cada vez más los secretos de cómo se debe escribir. Muy buen relato, Néstor.
ResponderEliminarAriel
Gracias Ariel. Viendo tus relatos no creo que tengas nada que aprender. Te mando un fuerte abrazo.
EliminarLa fuerza de los recuerdos que de repente son tan reales como en el momento que pasaron.
ResponderEliminarA pesar de la dureza del relato me ha gustado la manera de contarlo Nestor, todo un personaje Don Ángel por lo que contaste.
Un abrazo
Ciertamente don Ángel fue un hombre de otro tiempo. La historia es claramente autobiográfica, para qué negarlo. Pero me pareció que merecía ser contada. Gracias Conxita, siempre me pone feliz verte por el blog.
EliminarRealmente las experiencias vividas impregnan de algún modo los textos de un escritor,... de ahí ese toque nostágico que le da credibilidad. Buen fin de semana Nestor.
ResponderEliminarMuy amable Norte. Gracias por la visita. Un abrazo, que lo pases bien.
EliminarAsí como el tiempo atraviesa tu vida como si fuera un relámpago, tu padre hizo lo propio con esos objetos. Él quería que las energías tan íntimas impresas en esos objetos personales de tu abuelo elegido, atravesaran los planos del universo, y se depositaran en la esencia de ese ser que ya no estaba en el plano físico. Tu padre sabía también que al quemar esas cosas, los sentimientos y el respeto anidado en su corazón para ese personaje de la vida de ustedes, alcanzarían dimensiones inconmensurables; y sólo una esencia tan hermosa como la de tu abuelo de vida, la atraparía Es un cuento muy humano y nostálgico que toca nuestras fibras hasta estremecerlas. Notable querido Néstor, ¡mucho! Escribes para la posteridad, ten plena certeza de ello. Te abrazo y te quiero full. SOFIAMA
ResponderEliminarMuchas gracias Sofy por semejante comentario. Siempre se ha dicho del poder metafísico del fuego. Aquella vez fui un joven espectador de algo que no alcanzaba a entender bien del todo. Tu interpretación es muy valiosa, llena de espiritualidad y hondura. Y también muy generosa. Otro abrazo.
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