En verdad, Lolita no pudo existir
para mí si un verano no hubiese amado a otra...
VLADIMIR NABOKOV
Lolita.
En el verano de
1982 yo era un hombre joven que trabajaba para una empresa multinacional de
productos de limpieza y también de cuidado corporal. Viajaba bastante seguido al
interior del país con mi Renault 12. Me sentía libre e independiente, ganaba un
buen sueldo y vivía en un pequeño departamento del Barrio Norte de la ciudad de
Buenos Aires. Mis relaciones con las mujeres duraban, a lo sumo, un par de
meses. No por ninguna razón de cinismo sino porque de alguna manera sentía que
ese tipo de conducta resultaba natural
en mi persona.
Hasta que una cálida tarde de
Enero conocí a Annabel.
Fue en la ciudad de Reconquista,
en el ardiente norte de Santa Fe. Recorriendo su plaza central pude conseguir un
hotel antiguo pero digno y allí me alojé. Pensaba permanecer unos dos días en
la ciudad ya que con eso resultaba suficiente para mi propósito comercial pero
luego la realidad (o el destino) se encargó de modificar mis planes.
El hotel disponía de un comedor lateral. Una especie de fonda muy antigua y
con enormes y pesadas mesas de madera acaso centenarias. El piso era de
parquet, un entarimado de madera no demasiado lustrosa pero presentable y
disponía de una bodega importante.
Desde el techo colgaban algo así como una
docena de jamones.
Cuando bajé a cenar me
sorprendió la importante concurrencia.
Quedaban muy pocos lugares para sentarse. Por suerte una familia muy
amable me invitó a su mesa. El murmullo era bastante alto por el gentío y desde
unos viejos altoparlantes sonaba música folklórica.
Entonces la vi.
Estaba parada cerca del mostrador
principal y dirigía su mirada al salón con una expresión natural, austera y algo
lejana. Enseguida me di cuenta que no era parte de la concurrencia ya que en
ningún momento la vi sentada. Y casi me quedé sin habla. Era tan, pero tan
hermosa que no podía dejar de mirarla. Su pelo lacio de color rubio, algo
oscuro y sus grandes ojos negros perturbaron mi alma.
Debo decir que su verdadero
nombre no era en realidad Annabel.
Así la he nombrado, tan solo para este relato y por razones personales y
literarias.
Tenía diecisiete gloriosos años y realmente los aparentaba. Era de hombros
perfectos y de figura delgada. Su aparición en mi vida fue tan extraordinaria
que ni yo mismo sabía lo que me pasaba.
Así que me quedé en Reconquista por un par de semanas.
Le llevaba diez años y estaba encandilado y nada me importaba.
Después de insistir varias veces al final logré invitarla. Fuimos en mi
automóvil hasta la ribera del río Paraná y terminamos a los besos y luego a un
hotel alojamiento que se hallaba sobre la ruta 11. Enseguida le dije que estaba
loco por ella y que no se me cruzaba por la cabeza dejarla.
Pero Annabel era mucho más sensata. Y además era dulce, y serena y soñada. Con
mucha ternura me dijo que eso resultaba imposible. Sus padres eran terratenientes
de la zona y en el mes de Marzo, ni bien terminara el verano, la enviarían a
estudiar abogacía a la Universidad Nacional de Asunción. Era gente de
ascendencia paraguaya.
Aquello fue devastador para mí. Me
quedé con Annabel varios días más pero la realidad finalmente terminó por
imponerse. Yo le di mi número de teléfono y le pedí, le imploré
que me llamara. También le apunté la dirección de mi casa para que me mandara
cartas. Y luego regresé a Buenos Aires.
A partir de aquel viaje mi vida cambió absolutamente. Tenía que enfrentarme
con el hecho de no tenerla y me volqué hacia mi interior por completo. Viajaba
mucho para la multinacional y ninguna otra cosa me importaba. Pero los meses
pasaron y no recibí ni un llamado ni una carta. Hasta que en pleno invierno la
empresa me envió de nuevo al norte de Santa Fe. Cuando estuve en Reconquista me
alojé en el mismo hotel y bajé a cenar a la misma fonda donde la había conocido
el verano pasado. Sentí una fuerte sensación de nostalgia y ni bien pude le
pregunté al mozo por ella.
–Annabel murió en Asunción el mes pasado. –dijo– Pobrecita, la mató una
enfermedad desconocida, volaba de fiebre y no pudieron salvarla.
En ese momento algo me estrujó la garganta. Una especie de mano oscura y
sombría que pensé que me asfixiaba. Le dije al mozo que lo sentía y luego me
retiré a la habitación para llorarla. Al otro día regresé a Buenos Aires.
Debieron pasar varios meses para que lograra salir del encierro del
interior de mi alma. Pero más tarde el duelo pasó e intenté seguir viviendo. Un
buen día conocí a otra mujer de la que me enamoré y que luego fue mi esposa y
la madre de mis hijos.
Aunque siempre he pensado que si en aquel verano ardiente no hubiera conocido a Annabel jamás
me habría enamorado. Y hoy, que las décadas han pasado, ella es como una luz extraña
y distante en mi memoria. Una especie de estrella que a medida que pasa el
tiempo se va volviendo más chiquita y más lejana.
Tierno y nostálgico
ResponderEliminar¡Gracias Mabel!
EliminarNo creo que ella se haya vuelto una luz chiquita y bien lejana porque bien que la recuerdas y con alto grado de afectividad y amor. Me encantan estas narraciones que suenan ciertas y vívidas. Metes a tu lector en tus letras hasta que le haces “oler” cada sentimiento plasmado. Fascinante narración, sinceramente, lo es. Un full abrazo, Néstor tan querido. SOFIAMA.
ResponderEliminarGracias Sofy. Es cierto. "Annabel" fue muy importante en mi vida pero eso sucedió hace muchos años y cada vez me cuesta mas recordarla. Por eso escribí la historia. Gracias por tu visita. Beso grande.
EliminarIncreible Historia, romantica,un genio para escribir
ResponderEliminarMuchas gracias Juan. me siento muy honrado por tus elogios.
ResponderEliminarUn relato inmaculado, con tu narrativa tan especial que el lector queda deslumbrado por la claridad de tus letras. Una historia de amor que se aviva con el fuego interior de este hombre enamorado, tan bien descrito, dibujado en sus pasiones íntimas hasta el mínimo detalle. Un argumento en el que, en mi opinión, destaca la contundencia del desenlace, ese golpe ante la muerte de la mujer de la que está enamorada, y que va a recordar hasta el presente aunque su luz se vaya haciendo cada vez más lejana.
ResponderEliminarUn maravilloso texto. Felicitaciones Néstor.
Un abrazo.
Ariel
Gracias Ariel por los elogios. No deja de ser un relato sencillo con alguna participación de la realidad. Es verdad lo que dices. Ese hombre descubre el amor en un segundo. Y a partir de allí se desata todo. Un abrazo.
EliminarMe parece que si te enamoraste de Annabel es porque tenías algo dentro tuyo para que eso pasase. ¿Esta historia es cierta Nes?
ResponderEliminarEl protagonista del relato fue quien se enamoró de Annabel. Esto es un cuento, es literatura Carlita. Y no pretenderás que conteste a tu pregunta No es cierto? De verdad que me provocaste una sonrisa. Gracias por leerme. Beso.
ResponderEliminarUn relato que hace que ese recuerdo que cada vez que sientes más lejano no se termine de alejar de tu mente y corazón. Me ha gustado mucho cómo lo describes. Un abrazo
ResponderEliminarGracias María del Carmen por visitar el blog. Me alegra que te haya gustado el relato. Loi escribí, precisamente, para que no se aleje el recuerdo ni de mi mente ni de mi corazón.
EliminarHermoso relato de amor con influencia "sabineana". Me encanto!!
ResponderEliminarGracias Liliana. Que inmenso elogio me has hecho. Joaquín Sabina (aunque él no lo sabe)es mi hermano en la vida y el arte. Y hoy justamente cumple años!
EliminarBonito el sentimiento que hay en tu relato Nestor, ese primer enamoramiento que abre las puertas al amor en mayúsculas, que enseña al protagonista sobre la importancia de amar al otro por encima de uno mismo y esas primeras impresiones que sí existen.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias Conxita por visitar el blog. El mismo protagonista del cuento lo confiesa. Al igual que Nabokov. Primero debió amarla a ella para que el siguiente amor exista. Un cariño grande. reitero mis gracias por tu visita.
EliminarGracias Nestor. Como siempre, son relatos que mantienen el interés hasta el final. Y tienen algún punto tangencial con alguna experiencia propia vivida
ResponderEliminarGracias Guille. me alegra que te haya gustado. Te agradezco mucho la visita. Un abrazo.
EliminarAdmirado y apreciado amigo Néstor, aun siendo imposible de todo punto sentir leyendo,
ResponderEliminartanto tu sentir al escribir recordando,
como tu sentir al rememorar escribiendo,
como, ni mucho menos el momento de los hechos vividos
y relatados tan admirablemente
con tanta pulcritud, así como la descripción del ambiente en que se desarrolla, las emociones que siente en este caso el personaje, sea cual fuere, ficticio o real.
Pues repito, aun siendo de todo punto imposible vivir lo que uno no vivió y solo que no es poco, lee o escucha.
tu lo consigues hacer realidad amigo, o al menos haces que el lector se sienta protagonista, se embebe, envuelve,
Sabes?
me vino corto, es tan hermoso triste a la vez, me penetro Nestor, esta historia, me penetro.
Gracias Carmen por tan generoso comentario. Dicen que toda literatura es autobiográfica. Aún cuando uno no se ponga a contar literalmente su historia. Annabel tenía otro nombre. Ya lo aclaré en el relato. Pero existió y fue bien cierta. Tan solo quise rendirle con el nombre un homenaje a Nabokov y a esa fabulosa primera parte de Lolita. EWres muy gentil con los elogios y me alegró enormemente tu visita.
EliminarPreciosa feliz y triste historia
ResponderEliminarque te envuelve y consigue penetrarte invadiendo tu propia intimidad
Pues me alegra, que para eso uno escribe! Un abrazo.
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