sábado, 14 de septiembre de 2019

Requiem para Ana María


¿Cómo se te ocurrió morirte Ana María? ¿Adónde iré a parar yo ahora con mi carga de recuerdos desesperados? ¿De qué manera olvidarte? Donde refugiarme...no lo sé. Tal vez deba caminar el sendero de la aspereza hasta que mis pies se vuelvan desollados. Tal vez me arrodille en la 9 de Julio frente al escenario donde alguna vez vimos a Barenboim y le pida perdón a la ciudad por no tenerte. ¿Qué fue lo que pasó, cómo pudiste hacerlo? Yo creo que debiste insultar a la muerte. No hubiera venido mal una amenaza para que se aleje esa perversa vieja encapuchada. ¿Y por qué tan lejos mío? ¿Porque me abandonaste?  ¿Era en verdad necesario?  Nunca lo entendí del todo.
Y ahora, en esta noche tenebrosa, solo en casa, con la copa de vino, sentado en mi sillón y escuchando música  me llega el mensaje brutal. Que quieres que te diga ángel de Floresta, no puedo disculpar que no estés aquí. Y no me refiero a que no estés aquí  ahora  a mi lado. Eso hace ya mucho que lo determinaste. Me refiero simplemente a que no te encuentres hoy en este ridículo planeta infinitesimal. Tan parecido a la nada y que se la pasa dando vueltas alrededor de un sol que un día terminará por apagarse. A mí con eso me alcanzaba aunque ya no te tuviera. Tan solo deseaba saber  que estabas aquí, en la Tierra cuántica. Con tu inocente sonrisa indescifrable, con tu nariz respingada y ese flequillo que yo tanto adoraba. Te diré que voy a hacer: me arrancaré cada recuerdo uno por uno, borraré las fotos digitales y esta tarde lloraré si es que puedo.  Y luego por la noche, mientras me toque dormir, te convertiré en el objeto de mi sueño devastado.
Hasta siempre corazón, o hasta nunca que es más o menos lo mismo.
Desde hoy, y en mi profundo dolor, empiezas  a ser parte del pasado.


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