Martín casi
siempre me hablaba de cosas extrañas.
Por lo que en
su momento pude entender, hacía mucho tiempo que lo acompañaba a todas partes
un fantasma privado; un demonio tan personal que tan sólo él veía.
Una vez,
mientras escuchábamos Across
The Universe en el bar del Vasquito me dijo que el fantasma estaba
sentado a su lado. Era un alien
al que llamaba “Nevado” y que le proveía, por supuesto, la nieve.
Aquellos
fueron años muy especiales y en cierto modo extraordinarios.
Los tiempos
agitados del dinero y de las ambivalencias. Tenerlo todo y no tener nada.
Aspirar la cocaína haciendo un tubo con un billete de cien dólares o quedarse
dormido, al igual que un indigente, en
el banco de una plaza. Martín también lo entendía de ese modo. El poseía sus
fantasmas personales pero yo, que tanto lo adoraba, no tenía de mi parte a
ningún demonio.
Era
simplemente un egoísta que aún acompañado se encontraba solo.
Martín resultaba
el negativo de mi fotografía.
Yo necesitaba
reflejarme en él para saber bien quién era y lo que estaba haciendo en este
mundo. Aunque a mí me importaban
algunas pocas cosas y a Martín, en el fondo, no le importaba nada.
Una tarde
pasé con mi automóvil a verlo por la guardia del Hospital Durán. Tenía la
presión arterial tan alta que no lo dejaban irse. “Quiero irme, déjenme
salir que yo no estoy preso”, le gritaba a la gente de la guardia hasta que al
final los calmantes terminaron por hacerle efecto.
Un enfermero
me dijo ése día que ninguno sabía bien por qué razón no murió.
El fantasma de
la sobredosis lo acechaba más que sus demonios personales.
El año pasado
estuve con él después de mucho tiempo sin vernos. Su pelo rubio tan claro
estaba ahora bastante oscuro. Sin embargo, los conservaba estrictamente a todos
y se burlaba de mi nostalgia por aquel pelo largo que tuve en el pasado.
Lo habían
operado del corazón y al parecer la operación había sido exitosa.
Y hasta
disfrutaba de las enfermeras que lo atendían y le cambiaban la ropa.
También me
dijo que la anestesia había sido fabulosa. Se explayó acerca de sus variaciones
de estado, de la última imagen que vio antes de que lo durmieran y de un cierto
delirio místico en el que había atisbado algunas cosas.
– ¿Será de
ése modo la muerte? –me preguntó.
Y la verdad
es que no supe qué contestarle.
Hoy me acabo
de enterar de que hace una semana que murió, justo en el día de cumplir
cincuenta años. No suelo ir a ningún velorio pero en este caso lo hubiera
hecho. Algunos conocidos me dijeron que lo enterraron con el mismo tipo de
anteojos que usaba John Lennon en los tiempos en que escuchábamos Across The Universe en el bar
del Vasquito.
En fin, hay
muchos que dicen que cada existencia es irrepetible y es única.
Lo cual no
significa que la vida tenga sentido.
Y hoy que ya
no lo tengo conmigo me he puesto a escribir algunas líneas para exorcizar
al hombre serio y formal que soy ahora.
Martín ha
sido un gran amigo y hemos vivido juntos muchas historias.
El olvido,
para mí, nunca ha sido una opción.
Nada me hace
más libre que la memoria.
©Néstor
Muy bien contado. La gente especial siempre es la que más huella deja, a pesar de (o sobre todo por...) sus fantasmas. Saludos!!!
ResponderEliminarGracias por tu visita y por el comentario tan especial. Un abrazo.
EliminarNo pensas presentarlo??!!!.
ResponderEliminarJajajja. Gracias Diego ¿Porque no? Tal vez lo lleve al concurso de la legislatura ya que tanto te ha gustado.
EliminarMe fascinó este cuento imposible de etiquetar en un género. Amplio y con un despliegue de detalles que lo convierten en un corto festín para el lector. Esperando otra gran novela cuyo camino se puede vislumbrar en este texto. No nos prives de ella!
ResponderEliminar¡Me alegra que hayas disfrutado del festín. Uno siempre espera eso del lector cuando se sienta en el teclado.
EliminarSí, Néstor. Esperamos otra novela
ResponderEliminarBueno Guille. Gracias. Lo que sucede es que una novela se tarda mucho en escribir. :) Ya veremos ¿Porque no? tengo una empezada. Gracias por la visita. te mando un gran abrazo.
EliminarExcelente este contrapunto, entre dos personas muy distintas pero que se atraen como los polos de un imán. Dos amigos del alma que podrían contarnos los recuerdos, que seguramente serán muchos.
ResponderEliminarEl párrafo del velorio me emocionó y las dos frases finales son una maravilla, Néstor, una joya.
Te mando un abrazo.
Ariel
Gracias pibe de Palermo. Sos muy amable. te mando un abrazo.
EliminarTe metes en el texto, y desencadena un sentimiento difícil de canalizar, quizá todo este en eso
ResponderEliminarese nexo tan extraño de la unión de dos punto tan distantes en semejanza
Gracias Carmen. En realidad en algún momento esos puntos estuvieron muy cerca y luego la vida los llevó, como aveces suele suceder, a extremops distantes. Me alegran mucho tus visitas.
ResponderEliminarSi, amigo Néstor, la existencia de cada quien es irrepetible, y la tuya está pletórica de vivencias. Éstas que te permiten plasmar eventos profundos porque tu vida también la ha sido. Aunado a ello, tienes la gran virtud de ver más allá de lo imaginable, por ello, tus textos son ricos desde el punto de vista humano y literario.
ResponderEliminarSabes manejar la narrativa con delicadeza, precisión y belleza; y el recurso de la descripción en tus letras parecen ángeles conductores de paz y belleza. Mi admiración y respeto de siempre, mi amigo tan amado y, sobre todo, respetado. Un full abrazo. Te quiero MUCHO Y SIEMPRE. SOFIAMA
Gracias Sofy, mi corazón. Tus elogios me llegan de una manera muy profunda. Eres muy importante para mí y soy muy feliz que el texto te haya gustado mucho. Un cariño grande.
ResponderEliminarAlgo en este relato me trajo fuertes recuerdos y casi me hace llorar. Te mando un beso Nes. Pronto viajo a Baires.
ResponderEliminarQue bueno que te hayas emocionado Carlita. Avisame cuando viajes.
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