La
historia sucedió hace ya bastante tiempo.
Andaba cierta tarde tomando café, sentado en
una mesa en la vereda, en un bar intrascendente de la esquina de Carhué y
Rivadavia. Allí giraba velozmente el
colectivo 117 y a veces pasaba a un par de metros del respaldo de la silla.
Luego doblaba por Carhué para alejarse de Liniers rumbo a mi barrio; algo nada
extraordinario, realmente.
Yo venía de un lamentable divorcio y no tenía
la menor idea de lo que habría de suceder con mi vida desde esa separación en
adelante. En una mesa, al costado de la mía, un grupo de 6 o 7 jóvenes
charlaban entre ellos. Eran promotores de la jubilación privada. Promotores de
la AFJP, tal como entonces se los llamaba.
La mujer que estaba sentada a mi lado me
ofreció los servicios que promocionaba. Tenía simpatía belleza y bondad en la
mirada. Y me sonrió, además, con una sonrisa extraordinaria. Ninguna de las
mujeres de mi vida lo hizo nunca de ese modo. Pero yo andaba insensible por lo
que me había pasado y además, para que negarlo, siempre tuve algo de estúpido
en mi vida social. De lo contrario no estaría hablando de ella en tiempo
pasado.
Su nombre era Karina. Se explayó durante un
rato acerca de las bondades de afiliarse y yo la escuché con atención. Luego me entregó una tarjeta para que la
llamara en caso que decidiera obtener los servicios que ofrecía y eso fue todo
entre los dos.
Esa noche, sin embargo, mientras estaba
acostado en mi cama, su imagen, su sonrisa y su mirada hicieron algo así como
un flash en mi cabeza. Encendí la lámpara de la mesa de luz pero no se prendió,
entonces me puse a tantear la superficie
buscando la billetera. Finalmente di con ella y quité la tarjeta para recordar
llamarla al día siguiente.
A media mañana lo hice y aceptó mi invitación.
Nos vimos en un bar de la zona de Boedo; estaba
sencilla como el día anterior. Le dije que en realidad lo que yo quería era
salir con ella pero de todos modos igual terminé por afiliarme a la AFJP. La
verdad es que no fui capaz de negarme, Karina cobraba una importante comisión
por cada afiliado y a mí me tenía sin cuidado lo que se suele llamar “futuro”. Siempre ha sido así, jamás pensé en llegar a
vivir lo suficiente como para jubilarme. Verme viejo o anciano nunca estuvo en
mis planes.
Pasamos tres meses juntos.
Ella estaba gran parte del día con el grupo
de promotores y luego se encontraba conmigo. A la hora del amor, casi siempre
al atardecer, íbamos a un hotel de la avenida Independencia al 1400, pleno
barrio de Montserrat.
También me gustaba mucho llevarla al cine
Arte. Tenía unos doce años más que ella y a veces las funciones eran fabulosas
para los dos. Dejaba mi automóvil estacionado a 90º sobre Diagonal Norte y desde
allí nos íbamos hasta el cine.
Algo que hoy es totalmente imposible.
Los dos disfrutábamos de los filmes. A veces
para mí era un revival y otras veces
no, porque tampoco había visto la película. Y así fue que en aquel tiempo vimos
juntos, entre otros, a Fellini, Bergman y Antonioni. Y además varios días de la
“Semana del cine ruso”. Y al mejor Woody Allen. Finalmente “La Chica del Adiós”,
comedia teatral de Neil Simon, adaptada para el cine.
Así estuvimos unos tres meses juntos y ella
colmó de ternura mi soledad.
Cierta noche, tomando juntos un café, le dije
que tenía una oferta laboral en Bariloche, que acaso era una última oportunidad
para mí y que había decidido aceptarla. Karina trató de adaptarse enseguida al
proyecto, pero pronto se dio cuenta que no estaba en mis planes.
– ¿Soy la chica del adiós, no es cierto? –dijo
mientras me miraba con una sonrisa triste que todavía me hiere. Y yo lo único
que supe hacer en ese momento fue acariciar sus manos y besarla.
No soy un hombre que crea en el
arrepentimiento. Uno en la vida toma decisiones de acuerdo a la realidad que
vive en el momento. Y si supiera lo que luego va a pasar con toda seguridad que
haría cosas diferentes. Sin embargo siento que jamás debí dejarla. Cometí
un grave error y creo que lo he pagado caro.
Hoy no sé por dónde andará Karina. Las AFJP
ya no existen y yo me he venido un tipo bastante cercano a lo que se llama viejo. Una burla del destino, por
supuesto.
La chica del adiós fue la mujer más dulce que
conocí en mi vida.
Hoy no la tengo conmigo y estoy definitivamente
solo.
Creo que me lo merezco.
©2018
Con la misma calidad narrativa de siempre y las nostalgia de tu sello. Sabes, ser la chica del adiós no es nada agradable, pero es tan común que los hombres hagan eso. Sólo he sido la chica del adiós una sola vez en mi vida, y juré que NUNCA MÁS. Un abrazo, amigo tan querido. SOFIAMA
ResponderEliminarQue interesante el comentario Sofy. A veces en la vida se juegan los sentimientos en el marco de las conductas humanas. Y eso causa dolor, desde ya, cuando se toman decisiones tanto de un lado como del otro. Un beso.
EliminarUna verdadera fenomenología acerca de las relaciones amorosas que va más allá de las cuestiones afectivas y la impronta que han dejado en la vida de cada uno de nosotros. Un relato que nos lleva a la reflexión acerca de los problemas profundos de la existencia, como en todos los textos que llevan tu sello. Yo me he quedado pensando acerca del arrepentimiento, de la soledad, del destino, y sobre todo, de lo que acarrea el análisis de la última frase de este brillante texto. Un gran trabajo, Néstor, me ha gustado mucho.
ResponderEliminarAriel
Vengo de ver una película de Woody Allen (la última) Y un poco para mi satisfacción determinista , el genio de Brooklyn cita a Ananké en un tramo del filme. Gracias por el comentario. Ya charlaremos esto en persona. Abrazo.
EliminarSi el protagonista quisiera...podria haberla buscado de mil formas...
ResponderEliminarCiertamente Alicia. Aunque a veces nos doblega el destino.
EliminarQue hermosa historia Nes. Y cuanta sensibilidad para contarla. Un beso.
ResponderEliminarOtro beso para vos, corazón de mi vida. En medio de este verano descontrolado siempre te extraño mucho.
EliminarUna historia simple y sencilla pero que se debe estar repitiendo desde que el mundo es mundo.
ResponderEliminarGracias por la visita Haydee! Y muy cierto tu comentario.
EliminarEn la vida suele pasar. Creo que las cosas pasan y sólo dejan huellas
ResponderEliminarCiertamente es así, pero a veces dejan huellas profundas. Gracias por pasar por el blog. Un abrazo.
EliminarMuy bueno Néstor, siempre me sorprendes, estoy desvelado y lo leí.
ResponderEliminarGracias Alfonso, espero que el cuento te haya ayudado a dormir. Un abrazo grande!
EliminarTodo un poeta !!!
ResponderEliminarSi usted lo dice! jAJAJAJa. Un beso Mary.
Eliminarme encantó!!!
ResponderEliminarQué buenoooo Marta!
EliminarQUE BUENO NES YA VENDRA ESE AMOR PARA TITE LO MERECES!!!!!!!
ResponderEliminarGracias por los buenos deseos Cris! Pero esto es un cuento y el que está solo es el protagonista que cuenta la historia. Un beso sra. Que tenga un fabuloso 2018.
EliminarOhhhhh Néstor, me conmovió.!!!!!
ResponderEliminarPiensa que mientras viviste esa relación fue maravilloso; te queda el recuerdo más puro y dulce que jamás olvidarás.!!
Te llegará el Amor nuevamente������
Gracias Alicia. Que lindo comentario y que buen deseo. No fui yo quien vivió esa relación exactamente, sino el protagonista, como le dije a Cris. Pero igual acepto tu gentil augurio. Claro que me gustaría mucho!
ResponderEliminarQue buena tu producción literaria, no considero que te lo merezcas a veces uno hace lo que puede y no lo que quiere en la vida.
ResponderEliminarGracias Eduardo, me alegra que visites el blog, debo seguir aclarando que las cosas le pasan al protagonista del cuento y no a mí. Te mando un fuerte abrazo.
EliminarMe gustó el cuento. Siempre encuentro algún paralelismo con vivencias propias. Y bueno....Karina por lo menos se ganó su comisión😅
ResponderEliminarLe hubiera firmado varias mas!!
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