Tengo un recuerdo preciso de
aquel alocado fin de semana.
Y lo tengo, no precisamente por las aristas de su locura,
sino por las cosas que en aquel momento en el país pasaban. Son imágenes precisas que aún perduran en mi memoria y algunas otras
borrosas que no he dejado de recordar. Algunas incluían puntos suspensivos
detrás de cada imagen. Otras, en cambio, se reiteraban como en la proyección
repetida de un video sin final.
Todas en mi cabeza y en cada
lugar recóndito de mi alma. Todas como en un carrusel, como en una calesita que
gira y que gira y que siempre está en el mismo lugar.
Corría el año 1977 y era
Carnaval.
Iguales, infinitos e
inofensivos resultaban por entonces los rituales del festejo.
Siempre ha sido igual.
Solo que en aquel tiempo
soplaban vientos de fronda y nadie sabía muy
bien las cosas que iban a pasar.
Toda mi vida comprendí que en las noches de viento no conviene echar
las penas a rodar. Lo sigo pensando ahora, después que han sucedido tantos
hechos dolorosos y arbitrarios y que uno prefiere finalmente olvidar.
En ese entonces éramos dos
parejas promediando los veinte años.
Y era Carnaval.
Arrancamos el viernes a la
noche en Ramos Mejía. La oscuridad resultaba un torbellino que nunca parecía
llegar a parar. Yo ostentaba ese privilegio terrible de la juventud. Le
escapaba al alcohol pero tenía un arsenal de pastillas que me ayudaban a seguir
adelante con agitación pero también con soltura y sobriedad. Y pasamos todo el sábado en Pinar de Rocha y
al atardecer repusimos fuerzas durmiendo en el auto y luego fuimos por más.
Nos llegamos hasta Sunset, en
Olivos porque era Carnaval.
Y el loco festejo y las ganas
de vivir nos embargaban y la locura y la música y la gente danzando al costado
de la piscina y todo lo demás.
Luego el sol comenzó a
elevarse sobre el Río de la Plata y la verdad es que ninguno de los cuatro
disponía de fuerzas para nada más.
Entonces fui a buscar el auto
que estaba cerca de la balaustrada del puerto y de la emblemática parrilla La
Nelly y al llegar comencé a escuchar todo tipo de explosiones a mi alrededor.
Por momentos pensé que aquel ruido se debía al festejo de la gente pero luego
me di cuenta que eran balas que estallaban por todo el lugar.
Teniendo en cuenta mi estado físico, y mis casi dos noches sin
dormir, en ese momento sentí que no daba
para más. Me arrojé al piso del Fiat 128
y esperé que las balas terminaran de sonar. Pero para mi sorpresa, en el
asiento trasero del auto, una chica acostada y refugiada contra los respaldos
me dijo:
–Estoy embarazada. Sacame de
acá.
No dudé un momento y junto con
mi aturdimiento y mientras las balan
continuaban silbando por el aire la
llevé hasta la avenida Del Libertador y General Paz. Todavía no comprendo la
razón por la que no morí. Creo que mi aparición y mi huida no estaban en los
planes de nadie, supongo que debe haber sido por eso.
Ella se bajó, con su enorme
panza, acaso de ocho meses y desapareció en la oscuridad. Después me tocó regresar a Sunset para recoger a mis
amigos pero decidí no comentarles nada de lo que había pasado. Estaba temblando
por dentro. Y preferí callarme porque casi no podía hablar.
Todo fue demasiado extraño.
Buenos Aires era tan
sangrienta como hermosa en ese tiempo y al final los cuatros terminamos
desayunando en un bar de la Avenida de Mayo felices de aquella excursión
alocada y de nuestras 48 horas sin dormir.
Esto es la sencilla verdad.
No he querido ahondar mucho
acerca de otras cuestiones pero tampoco tiene sentido que diga nada más. No hay
historia que no tenga su mensaje hasta dar con la verdadera razón que la
encarna. Aquella noche a la salida de
Sunset, cuando fui a buscar mi automóvil a la balaustrada del puerto no tenía
ni la menor idea de lo que estaba pasando en mi patria ni tampoco de lo que después iba a pasar.
La verdad se manifestaba
empuñando las armas y la razón era simplemente irracional.
Por eso al terminar el
desayuno, alcé los hombros y me volví a mi casa con la intención de olvidar lo
que había pasado y de no pensar en nada más.
Me había quedado sin pastillas,
estaba muy cansado y era carnaval.
©2017