Hace un par de semanas me fui de viaje al norte.
Ahora
que me vine un tipo grande quiero conocer los lugares del país que aún no he visitado. Así que cada tanto tomo mi bolso de mano,
reservo un pasaje de avión y me largo de Buenos Aires. En este Marzo anduve por
Salta y Jujuy. Siempre sin equipaje y
alejado de los circuitos tradicionales.
Trato de
frecuentar lugares pero también de conocer gente.
Me
establecí en el centro, en un hotel de amplias habitaciones. El cuarto daba a
la calle y estaba muy bien instalado, pero para llegar hasta el baño debía de
caminar casi siete metros. No entiendo
porque algunos hoteles hacen cuartos tan amplios. Aquella misma tarde salí a
recorrer el centro de la ciudad. Aquí en el país a Salta la llamamos “La linda”
y bien que se lo merece porque es linda de verdad.
Sin embargo yo
buscaba un bar y lo hallé. No me convencían del todo algunos lugares modernos y
con acrílico que bordeaban la plaza principal. Encontré “La tacita”, un pequeño
bar a pocas cuadras del centro y allí me instalé. El dueño era Porfirio, un
señor de origen boliviano (según me enteré después) pero que con su nombre me
trajo fuertes reminiscencias mejicanas.
Me sonaba a cantante de boleros o algo así. Lo cierto es que terminó por
decirme que lo llamara “Porfi” y eso finalmente lo argentinizó. Ya se sabe la tendencia que tenemos aquí de
utilizar apócopes.
– ¿Qué desea
beber el señor? –me dijo.
–Estoy en Salta
–respondí– qué mejor que un té de coca.
Y a partir de
aquel día nunca dejé de ir.
Andaba
frecuentando la ciudad, subiendo a los cerros y todas esas cosas. Incluso me
deslumbré en la Catedral, debido al altar mayor, absolutamente de oro puro.
Pero siempre
regresaba a beber algo a lo de Porfi.
A la segunda o
tercera tarde un equipo de gente se instaló en el bar. Eran de un grupo
conservacionista. Venían a poner fotografías en las paredes de la “Integridad
Verde de Salta” y Porfi los dejó. Llevaban unas treinta o cuarenta fotos y
entre todos rodearon la mesa. Yo intenté beber mi vino blanco y restarles
importancia pero en algún momento pregunté “¿Ése animal negro, qué es?”
Y una mujer
bella y un tanto madura que se hallaba a mi lado giró, mientras me miraba a los
ojos y dijo:
– ¿El porteño
no conoce al tapir?
No sé porqué
dio por sentado que yo era porteño, pero
cómo lo que afirmó era cierto, entonces no quise responderle nada.
–Donde vivo
–dije– no suele andar caminando por la
calle ningún tapir. Y luego le puse la
mejor sonrisa con la que contaba. Eso
alcanzo para que me invitara a recorrer juntos cada una de las fotos y entonces le
dije que sí.
Su nombre era
Estela, ingeniera agrónoma, casada con un hijo de dieciséis años, absolutamente
comprometida con el conflicto conservacionista y que nunca había conocido
Buenos Aires.
Incluso dejó de
lado en esa lucha su vida personal.
En aquel tiempo
de mi viaje había una huelga docente en el país y yo le pregunté si el muchacho
iba a la escuela y entonces me respondió:
–Ya es grande,
seguro que se va a arreglar.
Pero en otros
sentidos era una gran persona. A veces charlábamos y enseguida noté de su
condición de mujer apasionada. Salta comienza (es una forma de decir) en la
cordillera de los Andes y termina en las llanuras y selvas del Chaco. Eso me
enteré conversando con ella. “Tiene el mayor ecosistema del país.” –me dijo al
final de la charla.
Lo cierto es
que esa misma noche asistí a una conferencia que el grupo daba en un salón del
barrio Santa Clara y al final terminamos brindando en La Tacita. A Porfi no le
hizo demasiada gracia. No era un hombre al que le gustara cerrar el bar
demasiado tarde.
El día
siguiente fuimos juntos al Teatro Provincial y la sinfónica tocó a Mahler. La
entrada era gratis, solo había que estar una hora antes. Y un día después
volvimos a ese mismo teatro a escuchar folclore pero en este caso nos tocó
pagar entrada.
Y casi sin
darnos cuenta, Estela y yo fuimos arrimando nuestras vidas el uno al otro.
Finalmente nos
encontramos por última vez en La Tacita a tomar un café. (Aunque el café de
Porfi era un verdadero desastre). Ella debía regresar a Rosario de Lerma y yo
viajaba a San Salvador de Jujuy. En mi
caso por vencer la obsesión a la altura y en el de Estela por alguna cuestión
con el hijo que no me quiso aclarar.
–Quiero
agradecerte que no me hayas presionado.
–comentó mientras tomaba mis manos sobre
la mesa.
–Te espero en
Buenos Aires. –respondí– Algún día tendrás que llegar.
Luego
intercambiamos teléfonos, emails y
whatsapps, acorde a los tiempos que corren. Y me fui con ella en taxi hasta la
Terminal.
Mas tarde regresé
a mi hotel, al de los cuartos amplios, al del baño a siete metros y me puse a
dormir tratando de no pensar en nada.
La mañana
siguiente me esperaba la ruta.
Y nada me gusta
más que viajar.
©2017
Muy linda historia!!! Ojalá te encuentres con Estela nuevamente!!! Ya veo que vas a volver muy pronto a Salta!!
ResponderEliminarGracias Marta por la visita y el comentario. Ya lo puse en el texto: Me gusta mucho viajar!
EliminarA la mañana siguiente te esperaba la ruta, y en la vida te espera ella. Hermosa narrativa, Néstor amigo, con esa fluidez de alguien que escribe con pasión lo que ha vivido. Te felicito, me encantó recorrer contigo cada detalle mencionado. Un fuerte y full abrazo, amigo tan querido. SOFIAMA
ResponderEliminarGracias Sofi. Me alegra mucho que te haya gustado este breve intento de diario de viaje. Te mando un cariño grande corazón.
ResponderEliminarViajar forma parte del recorrido de la vida donde nos vamos enhebrando con los caminos de otras personas y de ese fantástico enredo que comienza de formas inesperadas surgen las historias que se bifurcan o que se aúnan en nuestro permanente sendero de búsqueda. Excelente relato, Néstor. Un abrazo.
ResponderEliminarAriel, pibe de Palermo. Gracias por tu comentario. He quitado aquí, de manera deliberada, cualquier tipo de pretensión de "vuelo" literario. Es el diario, es la crónica de un viaje y deseaba transmitirlo de ese modo al lector. Espero haberlo logrado.
EliminarNes. Que lindo texto, Me hiciste viajar junto a vos. Me alegra que hayas hecho un hermoso viaje. Te mando por privado algunas cosas que quiero decirte desde hace rato. Beso. Dale.
ResponderEliminarGracias Carlita. me alegra que te haya gustado!
ResponderEliminarYa volviste a tomar tu mochila o macuto, genial Néstor, me alegra tu experiencia conocer ciudades es bonito
ResponderEliminarY culturiza conocer personas o gente
Enriquece.
Un abrazo amigo
Gracias Carmen. Te mando un beso. Ya iré por tu blog que me gusta tanto.
ResponderEliminarAbrazo
ResponderEliminarProsa amena y muy bien escrita que invita a transladarse por un rato a espacios opuestos a los que transito habitualmente. Y siempre con la aventura emocional del encuentro agradable copn quien estamos en permanente búsqueda
ResponderEliminarGracias Guille. Me alegra que te haya resultado amena la prosa. Fue un breve diario de viaje sin demasiadas pretensiones salvo la de transmitir la experiencia. Te mando un abrazo.
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