Ciudad
de Buenos Aires, atardecer del viernes 20 de Mayo de 2016.
Estoy solo bebiendo un café en La Academia y
mirando a través de la ventana la increíble agitación de la gente que camina
por la avenida Callao. Por primera vez me he puesto a teclear en el smartphone. Nunca antes había tenido uno. Mi hija me lo
trajo de regalo de un viaje que hizo el mes pasado al exterior. Hace treinta
años atrás, en esta misma mesa, fumaba, tomaba copas y escribía poemas de amor
en las servilletas. Ahora tan solo bebo un café cortado con un poco de leche y
escribo en el impensado artefacto. Alguien me ha dicho que desde aquí mismo y
usando el aparato puedo publicar lo que escribo en cualquier sitio web. Lo
cierto es que eso a mí no me importa demasiado. Solo recurro a la tecnología
cuando me conviene. Ayer estuve en el Museo del Tango y pasé mis dedos, de la
manera más delicada que pude, por la Olivetti que perteneció a Cátulo Castillo.
Creo que fue una manera instintiva de evocarlo y de pedirle prestada algunas de
sus musas.
Y ahora aquí, aguardando a
Graciela.
Ella asiste a un curso llamado: Fragmentos de
un Viaje hacia la Nada I: de Goethe a Rimbaud. ¿Menudo curso no? Se anotó en el Centro Cultural
Ricardo Rojas, a unas tres cuadras de aquí y yo he venido a esperarla. Es la
típica mujer divorciada, con hijas adolescentes y conflictos con el esposo. Nada
del otro mundo, igual que yo, que estoy divorciado y vivo solo. Hace tres meses
que nos vemos. Nos conocimos de manera impensada en un bar de aquí cerca. Ella
estaba con dos amigas pero logré que me diera su teléfono. Era verano y
Graciela estaba asistiendo a un curso
anterior.
Creo que se trataba de Robert
Sternberg y acerca de sus teorías sobre el amor.
Coincidimos apenas un par de
semanas. Ella siguió con sus estudios y yo estuve casi un mes en el Talampaya.
Cuando regresé la llamé porque sentía que la necesitaba. En especial por sus
ojos brillantes de mina porteña y por esa dulzura en la sonrisa que tanto me
atrapaba.
Sabía, desde ya, que me
arriesgaba a mezclarme en los litigios que ella mantenía con el ex marido; lo
sabía pero no me importaba.
En aquellos primeros tiempos
de intimidad me hablo mucho de Sternberg y de su teoría triangular del amor.
“El amor es una relación interpersonal –me dijo– que debe tener tres
componentes: intimidad, pasión y compromiso”. Y yo la escuchaba con mucha atención.
Y ahora estoy aquí, en La
Academia, sentado en una de las mesas que da a la ventana, intentando escribir
en el smartphone, al tanto que la espero con una inexplicable
ansiedad. Siento que ya estoy grande para estas cosas pero sin embargo no lo
puedo evitar.
La multitud, mientras tanto,
desanda en un desfile gastado la senda de las veredas y las baldosas. Nada mejor que la locura para esperarla. Nada mejor que este concierto de sonidos y
luces para aturdirme y pensar que todo es eterno y que jamás pasará.
La tarde del viernes se vuelve
noche.
Alucina la muchedumbre en la
gran ciudad.
©2016
Alucinante son tus letras que de tan bellas, profundas y reales, embriagan con alegría sublime. Te leí y recorrí cada evento, hasta toqué las teclas de la Olivetti. Eres único, mi amado amigo. Un abrazo dulce. No desesperes, Graciela ya está doblando la esquina y te está mandando un "torpedo"como se dice en Brasil al hablar de los mensajes de textos. Te requiero full.
ResponderEliminarSofy, corazón, ya sabes que me conmueven mucho tus elogios. me poner muy feliz haber logrado transmitir hasta el roce de las teclas de la Olivetti de Cátulo Castillo (un grandioso letrista de tangos). Te mando un beso. Yo también te quiero
EliminarDisculpa, Néstor. El comentario anterior es mío. SOFIAMA
ResponderEliminarBesitos.
Desde ya que me dí cuenta. ;)
EliminarEs increible el poder de evocación que le ponés a tus relatos. Son como una estampa porteña. Te juro Nes que estuve sentada con vos tomando ese café en La Academia. Esa es la realidad que sentí al leerlo. Un abrazo grande desde aquí, desde tan lejos. Ah, y yo también te quiero.
ResponderEliminarQue bueno Carla. Esta historia tiene mucho de autobiográfico. me salió de un tirón. Lo que no imaginaba es que resultaría tan visual para los lectores. Beso grande TKM. ;)
ResponderEliminarYo creo ,pienso y presiento. .Nes.....
ResponderEliminarQue está historia es real.
Que ese Amor Eterno está por llegar en cualquier momento. Besos .Me encantó
Gracias Ali. Me encanta que comentes mis textos. Algunas veces quienes escribimos inventamos algunas cosas. Y otras veces los relatos son autobiográficos. Este es "de verdad" como te diste cuenta. En cuánto al "amor eterno" , bueno, ¡Eso ya me parece, digamos, un poco improbable!
ResponderEliminarQué relato porteño, entrañable, una historia que cuenta ese hombre que espera a una mujer en un bar. Mientras evoca nos pasea por sus pensamientos, que van de recuerdo en recuerdo, mientras juguetea con un smartphone entre sus manos, tal vez esté tecleando las palabras, las frases, que estamos leyendo en este mismo momento, las de este relato, que descansa en un final sin desenlace, especulando con que "todo es eterno y que jamás pasará". Formidable texto Néstor.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ariel
Gracias Ariel. Me alegra mucho que te haya gustado. Ya sabés que me muevo con soltura en este tipo de relatos. Me alegran mucho tus elogios.
EliminarMuy buen relato, Néstor, pletórico de imágenes y sonidos de Buenos Aires.
EliminarGracias Eytán. Me encanta verte aquí comentandop en el blog. Te mando un abrazo. Espero que no haga demasiado frío en Chicago.
ResponderEliminarLo acabo de leer y me encantó!!! Ahora tenes que escribir Smartphone 2. Soy curiosa...quiero saber como sigue la cosa con Graciela!!!!
ResponderEliminarMe hiciste reir Marta! Es una buena idea. Tal vez escriba "Smartphone 2". ¿Porque no? Veremos que se me ocurre de poner de Graciela. Allí anda ella con sus cursos de literatura. Gracias por leerme. Beso grande.
ResponderEliminarLástima que esa Graciela no soy yo. Jajajja. Para esa fecha no estaba en Buenos Aires...Te mando un beso. Me gustó mucho el cuento Nes.
ResponderEliminarNo quisiera responder a este tipo de afirmaciones. Graciela sos, ése es tu nombre. (Aunque siempre me gustó decirte "Grá"). Me alegra que te haya gustado el texto. Otro beso.
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