jueves, 1 de agosto de 2019

Brillantina



Ciudad de Buenos Aires, Febrero de 1964. Cali se pasa el peine por su pelo rubio frente al espejo del baño. Intenta hacerse una especie de jopo que sin embargo no llegará a elevarse. Mi madre, por su parte, arregla mi camisa con charreteras (planchada de manera impecable) y con el auxilio de la brillantina intenta dominar mis rizos indomables. Hoy es sábado de Carnaval y siendo niños iremos solos a nuestro primer baile. A lo lejos resuena el rumor de la música, cantan algunos cantantes de tango, parece, porque el sonido es muy distante. Afuera hay agitación y ella nos despide en la puerta con pocas recomendaciones, (no eran tiempos aquellos para recomendar nada). La vida discurre en 1964 con muchas carencias pero con la seguridad de las cosas amadas. Cali y yo caminamos rumbo al club Sportivo Campos. Al acercarnos notamos el humo de la carne asada. Y resuena el tango Bahía Blanca de Carlos Di Sarli por el sonido de los precarios altoparlantes. Un tocadiscos raspa sin piedad el vinilo. Y es así que el sonido sale a circular por el aire. Compramos paquetes de papel picado. Miramos a las inaccesibles chicas de quince años y allí nos quedamos, junto a la diversión, hasta que la noche de Carnaval pasa, como pasan todas las cosas, como pasa la vida y la flecha del tiempo, como pasan los años.

Ciudad de Buenos Aires, Febrero de 2014.  La oscuridad se hecho larga y callada. No sé por donde andará mi hermano Cali. Acaso en las preocupaciones de sus tres hijos varones o en algún problema de salud o en alguna reunión con sus amigos en el marco de beber un vino amable. El mundo ha cambiado mucho, en Buenos Aires ya casi no hay bailes de carnavales. Estoy oculto en la penumbra de mi casa, acabo de apagar la PC y mi sesión de Internet porque me siento solo y estoy algo cansado. Sentado en mi mejor sillón, tengo en la mano un pendrive que aloja unos dos mil quinientos temas musicales. Uno de ellos es el tango Bahía Blanca de  Carlos Di Sarli. Lo escucho en el DVD, con SenSorround, y el sonido en verdad está impecable. Hoy hace mucho calor en la ciudad. Algunos dicen que el planeta se está recalentando. Y esto a mí, la verdad,  no me importa demasiado, Mientras tanto la imagen de las mujeres que amé, de las alegrías, de los sinsabores y los desengaños me acompañan en la sombra cálida del sillón donde me he sentado. Ya no necesito  brillantina. Mis rizos indomables son hoy un pelo de color bastante gris y ciertamente ajado. La noche del Carnaval ha pasado, como pasan todas las cosas, como pasa la vida y la flecha del tiempo, como pasan los años.



©2019

14 comentarios:

  1. ¡Cuanta nostalgia! Me ha resultado fantástico ese contrapunto entre presente y pasado. Muy bueno Nes.

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  2. Una belleza llena de ternura este relato, con tu mostalgia habitual. Me gustó mucho.

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  3. Alicia Carmen Vullo2 de agosto de 2019, 4:31

    Genial! Cuanta nostalgia emotivo relato. Gracias Nestor.

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  4. Aquellos tiempos ♥... me encantó "no eran tiempos aquellos para recomendar nada"

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    1. Que bueno Noemí. Realmente de ese modo eran las cosas. Gracias por pasar por el blog.

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  5. Me hacés vivir otras épocas. Muy lindo Nes.

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  6. Me gusta esa dosis adecuada de nostalgia. No recordaba que la brillantina era de Palmolive, si habré usado...Las viejas siempre salían a dar recomendaciones, esa escena me la imagino, aunque en realidad, nosotros estábamos convencidos de que nunca pasaba nada y ante cualquier circunstancia, la íbamos a resolver adecuadamente. Muy bueno Néstor, este relato me hace acrdar de muchas cosas.

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    1. Muchas gracias Guille por la visita y por los recuerdos. Un abrazo.

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  7. Me encantan tus nostalgias porque reflejan una gran vivencia de tu parte. Además, escribes re bien, y eso lo admiro. Un besote, amigo lindo. SOFIAMA

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    1. Muchas gracias Sofy! A veces pienso que escribo para que a vos te guste. Otro beso.

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