Hay algo en esta historia que no debería ser
contado.
El murmullo del tiempo revierte
la certeza de las cuestiones humanas. Existen apariciones, tenues luces fugaces
que luego se vuelven tan oscuras como el agua de un río contaminado. Callar es
sabio cuando el dolor es grande e impreciso. Exponer el corazón a veces lastima
el alma.
Raquel era mi amor y mi aliento de vida. Era
mi duda más turbia y más velada. Era mi compañera de trabajo en el periódico y
yo le llevaba treinta años. Tres décadas de tiempo agobiante y casi siempre sin
sentido a la que el destino le regalaba ahora una mujer veinteañera joven y delgada.
Al principio a mí me costó mucho descifrarla.
No entendía demasiado bien su atracción por
mi persona. Era caprichosa y juvenil y muy
bromista. A veces se ocultaba detrás de la puerta y me asustaba. Y yo la reprendía
y le decía que no se le daban esos sustos a un hombre de más de cincuenta años. Era inquieta, dulce, acaso no demasiado bella y también algo alocada. Ciertamente me costó
mucho llegar a comprenderla y desentrañarla. Una noche, en mi casa, destapando
una botella de vino le pregunté: “¿Porqué yo?”
Y ella me miró y me dijo:
“Por tu pelo largo y lleno de canas, por tus
dientes, por tu vestir atildado, por el miedo que se nota en el fondo de tus
ojos, porque no te alcanza ningún resentimiento, porque escribes malditamente
bien y porque a veces percibo el recuerdo de mi padre cuando me alcanza tu mirada”.
Yo era entonces el periodista de un diario
centenario y ella la redactora de la edición online del suplemento femenino que
salía por Internet. Conocía todo acerca del mundo digital y se burlaba mucho de
mi viejo celular del cuaternario. Raquel solía usar unas camisas y unas blusas
floreadas que le otorgaban un aire hippie bastante extraño.
En ese tiempo charlaba mucho de esta sorpresa
que me había dado la vida con un viejo amigo, con Big Other, un compañero de
redacción que estaba sufriendo cierta enfermedad degenerativa que le impedía el
movimiento. Durante años fuimos compinches de correrías y cuando se manifestó su malestar
y cayó en silla de ruedas yo le comencé
a decir “Big Other”. En realidad me burlaba de su fanatismo por Lacan. Siempre
hablábamos del “Gran Otro” y de lo solos que estamos los seres humanos en el
mundo. Le había dado mi palabra (Y la
había sostenido ante mí mismo) que el día que me pidiera ayuda para suicidarse
iba a hacerlo sin ninguna duda. Eso solidificó la relación que nos unía y yo
pasaba más tiempo con él que con cualquier otra persona.
Cuando me enteré de los rumores de la muerte
de Raquel se lo conté enseguida.
– ¿A qué te estás refiriendo al hablar de
rumores? –Dijo- ¿Murió o no murió?
–Dicen que murió de un ataque al corazón pero
yo no lo creo. Raquel está viva, lo sé muy bien. Ella tenía un plan. Deseaba
que todos la dieran por muerta y comenzar una nueva vida con otra identidad en
otra parte. Me aclaró en su momento que yo no estaba incluido en ese plan y le
dije que a mí no me importaba nada.
–Es muy raro lo que me estás diciendo –dijo
sorbiendo un poco de café. – Habría que indagarlo.
Y allí comenzamos a averiguar todo desde su
potente computadora. Raquel vivía sola en un departamento de Buenos Aires. Sus
padres estaban en el exterior. Ingresó en la guardia del Hospital Ramos Mejía y
en el libro constaba su entrada. Y su salida como occisa. Y el certificado
médico y el entierro y el número de su tumba en la Chacarita.
–No queda lugar a ninguna duda, -dijo Big
Other- Raquel murió.
Y yo le contesté golpeando la pared con mi
puño derecho.
– ¿Raquel no murió, entendiste hijo de puta?
Por eso he gustado de afirmar que hay
historias que no deben ser contadas.
Y allí anduve yo aquella lúgubre semana,
deambulando por la morgue, hablando con sus pocas amistades, verificando
certificados y tratando de confirmar si era Raquel la que se encontraba en la sepultura.
Finalmente volví a verlo a Big Other con algo de vergüenza y un dolor intenso
en el alma.
Me preguntó qué es lo que pensaba hacer y yo
no supe responderle nada.
Simplemente pensaba en Raquel y anhelaba que en el momento final de la
muerte ella no hubiera tenido miedo ni
se hubiera sentido sola. La imaginaba ahora sentada en una estrella, con una
camisa floreada y oculta detrás de una puerta para aparecer de improviso y
asustarme.
–No lo sé Big –dije– no tengo la menor idea
de lo que voy a hacer con mi vida de ahora en adelante.
Al día siguiente fui a visitarla.
Llevaba una flor, cierta rosa de junco largo
que arranqué del jardín de una casa de mi barrio. Las espinas me dañaron y
varias gotas de sangre mancharon el tallo. Era la flor de lo inesperado. La que representaba tanto la belleza como mi
corazón dañado.
Y en ese momento las tenues luces fugaces del
tiempo se volvieron oscuras. Igual que cuando escapa la tarde y parece que el
sol se derrumba. Entonces tomé la rosa de la muerte entre mis manos y
lentamente, y a modo de homenaje, la dejé sobre su tumba.
©2016
Un trabajo sublime, un nutrido y excelente manejo del lenguaje, la historia cautiva y esos amores incomprendido hacen de una narración una obra inolvidable.
ResponderEliminarGracias Jesús. Me importa mucho tu opinión. Me alegra mucho saber que te gustó.
EliminarSimplemente las 5* estrellas que significan sobre el texto leído que "Es maravilloso". Pienso que seguramente ella sabía que su muerte esta ad portas y para no hacer sufrir a su amigo-pareja, urdió esa historia, donde era su viaje donde no lo tenía incluído a él.
ResponderEliminarQue bueno Julieta. Lo de las 5 estrellas me trajo recuerdos cercanos. Te diré la verdad. Cuando me puse a escribir "La Rosa..." lo hice inspirado en el desenlace de La Tregua, de Mario Benedetti. deseaba ahondar en la pérdida de un joven amor por un hombre maduro. La interpretación que has hecho está perfecta. (aún cuando yo no me lo propuse) Te mando un beso que cruce la cordillera.
EliminarUna historia contada con dramatismo y ternura. Y por supuesto adornada con las reflexiones profundas de nuestra existencia, el amor y la poesía, siempre presentes en tus textos. Un abrazo Néstor.
ResponderEliminarAriel
Gracias Ariel, compinche y taita literario de estos lares. Recién comentaba que escribí el cuento inspirado en La Tregua de Mario Benedetti, pero no en la novela, que no leí, sino en el final de la película. Ciertamente ya sabés que soy muy medido en las cuestiones dramáticas cuando escribo. Sin embargo en este caso no pude evitarlo porque la historia claramente es un drama. Otro abrazo.
ResponderEliminarA pesar que no me gustan las historias tristes es un cuento cautivante y atrapa en cada renglón y en cada palabra. Describe esos amores imposibles
ResponderEliminarque imagino que siempre terminan con una ROSA! !!! Me gustó Nes...
Gracias ALICIA. Me pone muy feliz que te haya gustado!
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEste texto es tal vez perfecto y trae con él profundas reflexiones además de literarias filosóficas. El deseo de que no haya tenido miedo en el momento de morir por ejemplo... yo también recordé inmediatamente La Tregua al comienzo pero luego se fue yendo de mi mente la asociación. Eso habla de que es un homenaje honroso. Lastima que no haya estrellas porque te daría todas las esta galaxia. Siempre hay que guardar algunas por las dudas!
ResponderEliminarEstoy muy contento por tu visita Lili. En realidad, tomé una escena de La Tregua, con Alterio al teléfono oyendo que le dicen que ella murió. A partir de esa escena armé la historia. Respecto de mis observaciones filosóficas las tomé del Tao. De la importancia de no estar solo y de no tener miedo en ese instante de la muerte. Gracias por las famosas estrellas. Un beso grande. TKM.
ResponderEliminarHola Néstor.
ResponderEliminarQuiero decirte que esto que termino de leer me conmovió profundamente el corazón. Me hiciste llorar Nes. Pero es un llanto de felicidad. No sé como explicarlo. Te mando un beso grande. Siempre espero en mi e mail que aparezca tu aviso de la publicación. por favor no dejes de hacerlo.
Desde ya que siempre que publique vas a recibir tu aviso. Un cuento que incluye a la muerte es un cuento dramático, claro. Aunque en mi caso, tanto en mi vida personal como literaria he intentado quitarle el dramatismo. En este cuento no, ya sé. Porque hice que el protagonista se pinchara y sangrara con la flor. Y eso fue deliberado. La muerte, la sangre, la rosa, me pareció que todo combinaba. Te mando un beso grande corazón. Gracias por visitar el blog y leer lo que escribo.
ResponderEliminarAy… Amigo de mi corazón. Esta frase es sublime: “Exponer el corazón a veces lastima el alma”. Sólo leer eso, y ya tu lector abre las antenas del SER. Tus descripciones son tan fabulosas que deambula uno con el sujeto-actor de esta historia. La trama para llorar, y tu arte para aplaudir. Sólo tú para remover los corazones. Un abrazo, eterno amigo, uno bien full que lo sientas de veras. SOFIAMA.
ResponderEliminar¡¡¡Oh!!! Por un momento mi parte más romántica quería pensar que estaba viva, que estaba en algún lugar empezando de nuevo pero es el final adecuado.
ResponderEliminarBien llevado el tono del relato que a mi me conmovido por las emociones contenidas, por todo lo que pudo ser y no será.
Un saludo Nestor
Gracias Conxita. Me alegra mucho que te haya conmovido el relato. Te diré que a mí me pone muy feliz cuando veo tu visita en el blog. Por supuesto que este es un texto dramático pero además tiene un tono emotivo, como bien lo has consignado. Me alegra mucho tenerte por el blog. Te mando un abrazo.
EliminarAy… Amigo de mi corazón. Esta frase es sublime: “Exponer el corazón a veces lastima el alma”. Sólo leer eso, y ya tu lector abre las antenas del SER. Tus descripciones son tan fabulosas que deambula uno con el sujeto-actor de esta historia. La trama para llorar, y tu arte para aplaudir. Sólo tú para remover los corazones. Un abrazo, eterno amigo, uno bien full que lo sientas de veras. SOFIAMA.
ResponderEliminarLa verdad, Sofía, no sé que contestarte. Feliz que visites mi blog. Conozco de tu sensibilidad y nivel literario. Te quiero mucho y ya lo sabes. Gracias por el abrazo.
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