jueves, 10 de agosto de 2017

1999



Allá por los años noventa, yo gustaba mucho de adentrarme en el abandonado puerto viejo. Solía caminar detrás de los diques y a veces llegaba hasta el murallón de la costanera. Otras veces comía carne asada en “El Rey de la Entraña”. Me gustaba mucho estar allí, rodeado de un césped alto y lleno de matorrales y abrojos.  Hasta que un buen día no pude pasar. Enormes y gigantescas torres comenzaron a levantarse en la zona. Todo fue cercado, por supuesto, y se hizo finalmente imposible caminar por el lugar.

                Estaba en Puerto Madero y  aún no lo sabía.

                El sábado 27 de febrero de 1999 dio un recital en ese lugar Charly García. Un grupo de amigos me tentó a acompañarlos.  Atravesaba mi crisis de los cuarenta y andaba solo y divorciado y finalmente les dije que sí.

En realidad les podía haber contestado cualquier cosa.

 Pero se hablaba mucho del 2000 en aquel año y eso me atrajo. La consigna era “Despedir el milenio con Charly”. Una consigna bastante pueril, pero efectiva. Supongo que debido a esa especie de deslumbramiento que experimentaba la gente ante el cambio de siglo. El cantante además escandalizaba con la propuesta de que algunos helicópteros arrojaran muñecos al río mientras cantaba. Era una invitación para rememorar a los “desaparecidos” que terminó con el rechazo de la gente de los derechos humanos.

Aquella vez dejé mi automóvil en Paseo Colón y caminé hasta encontrarme con ellos a unos cincuenta metros del escenario. El recital, según decían, iba a comenzar un poco más tarde.

Aquel lugar resultaba un enorme fumadero de cannabis.

Yo venía de un viejo bar de Boedo donde me había tomado un par de copas y no estaba muy dispuesto a fumar nada pero un  grupo de españoles que se hallaba a mi derecha me alcanzó una pipa de hachís y no pude negarme. Creo que fumé demasiado y así comenzaron las eternas discusiones acerca de si era mejor la yerba de Marruecos o la colombiana.  Hasta que finalmente me harté de todo y decidí largarme,  aunque a veces las decisiones que tomamos están condicionadas por la realidad.

Para llegar hasta el auto tuve que atravesar a decenas de miles de personas que se hallaban paradas a mis espaldas y lo cierto es que lo hice.

No sé cuánto tardé ya que mis sentidos se hallaban un poco alterados, pero nunca dejaré de recordar aquel desfile de caras que contemplé en el trayecto. Eran rostros humanos y no tan humanos.  Eran fisonomías especiales y expectantes que me miraban pasar de regreso hasta mi auto.  Yo, a su vez, los miraba a ellos mirarme  sin entender bien lo que pasaba. Ese fue mi recorrido alucinado hasta que llegué al final.

Una vez en el auto me encontré con ella. Estaba apoyada sobre la puerta de acceso, la del lado izquierdo. Vestía unos pantalones rosas de tiro bajo y una remera oscura y con estrellitas que mostraba  al descubierto el ombligo. Fumaba como con desgano y había dejado apoyado un discman en el techo del auto. También me pareció notar cierto tatuaje extraño en la bellísima piel desnuda de su espalda. Le pedí permiso para entrar al auto y ella me miró como si no me escuchara. En el discman, mientras tanto, sonaba Bryan Adams.

– ¿Tan temprano te vas? – dijo con algo de descaro – ni siquiera empezó el recital…

                La miré de arriba a abajo.  Era una flaca, supongo, de algo más de veinte años, con los labios  pintados de un tono  morado y un pequeño corazón de brillantina en la cara. Le pregunté su nombre y me dijo que se llamaba Maia. Entonces la invité a pasear en el auto.

Así de simples resultaron las cosas.

Fuimos juntos al Guindado. Yo apenas podía manejar. Rodeamos el planetario y entramos por la calle que bordea las vías. Extrañamente quedaba una mesa libre así que ingresamos. Aquella circunstancia me evitó estacionar el auto en la dársena “de los enamorados”.  Hubiera sido sorprendente para Maia y acaso demasiado exigente para mí, dado el estado en que me encontraba. Ella pidió una Coca Light y yo un Cinzano con Fernet porque ya estaba jugado.

– ¿De qué quieres hablar? –le dije.

–De lo que se te ocurra –contestó- pero no de cuestiones personales.

Y luego agregó como si le importara:

– ¿Por qué duele tanto el amor a veces?

En realidad lo que más duele es el desamor, le expliqué por lo bajo. Y también se me dio por comentar algunas cosas al pasar. Pronto recordé la frase gloriosa de Emily Dickinson:” La separación es todo lo que se necesita para conocer el infierno”.   Ella no estuvo muy de acuerdo.  Le pregunté qué era lo que hacía apoyada en mi auto y no supo, o no  quiso contestar nada. Hablamos  luego casi un par de horas yo bebí tres Cinzano y ella una segunda Coca Light.  A medianoche la cosa no daba para más.  De manera sorprendente me pidió que la llevara a un local nocturno de la calle Tucumán. Allí tocaba su novio quien era un músico de jazz. “Es más grande que vos”, me dijo, “Tiene 51”. “Pero igual, de darme un largo beso no te vas a salvar”.

Así que nos besamos con Maia en el estacionamiento del Guindado. Ella no tenía ni la menor idea de las cosas que sucedían en ese lugar.  Luego la llevé lo mejor que pude hasta la calle Tucumán y antes de regresar a casa volví al bar de Boedo.

A partir de allí no recuerdo nada más.

Desperté al otro día en mi dormitorio.  Era casi el mediodía y estaba atravesado en la cama y con el brazo derecho apoyado en el piso apretando de manera suave el celular.

Nunca supe bien lo que pasó durante mi regreso. Ni siquiera me acuerdo de haber estado manejando el automóvil.  Aunque en el fondo de mi alma supe que el encuentro con Maia había sido real.

A veces en la vida todo es como una nebulosa.  En especial si se han tomado varias copas y se estuvo fumando hachís en pipa en un recital.

La memoria no es un menú que se ofrece a la carta. En ocasiones cuesta encontrar el equilibrio ideal. Lo cierto es que yo siempre voy a recordar aquel extraño y fabuloso 1999  y al que la mayor parte de la gente deseaba ignorar.  Todo el mundo tenía el 2000 en la cabeza y nada más.

 Soy parte de la primera generación en la que ser joven ha sido una virtud en sí misma. Y aunque los años me hayan hecho un tipo grande, eso es algo que nunca voy a olvidar.







©2017

16 comentarios:

  1. Yo estuve entre los que te perdimos en aquel recital extraordinario. Es cierto a nadie le importaba el 99. Yo no logró rescatar ningún recuerdo importante. Me encanta este estilo autobiografía ficcionada te sale impecable y espero muchos más.

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    1. Jajajaja. Has visto que testimonial que se ha vuelto el blog? Ya tengo una testigo que asistió al recital aquella noche. Beso grande.

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  2. Yo también estuve aquel día en la costanera.Hacía mucho calor esa noche del recital. Me trajiste muchos recuerdos. Un beso.

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    1. Que bueno Carlita. Hay quienes dicen que fueron medio millón de personas pero creo que han exagerado un poco! Beso.

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  3. Cuánta intensidad que tiene esta historia. Ya lo he leído en otro comentario pero me parece que es cierto. Ese año 99 pasó sin pena ni gloria. Muy buena también la ambientación, empezando por el Guindado. Gracias Néstor a mi mme ha encantado leerte.

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  4. Gracias a vos Graciela. Creo que tienes razón. Todos tenemos marcados en la memoria episodios importantes (o medianamente importantes) que nos ido ocurrido año tras año. Y de 1999 sólo recuerdo este recital, te lo juro.

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  5. Impresionante, Néstor. Una maravilla de relato, porque a uno se le remueven vivencias, recuerdos, y es que lo contás con tanta frescura que a uno le parece que eso pasó ayer y acá, a la vuelta de la esquina. Y uno tiene la sensación de que está tan a mano como un acontecimiento de esta semana.
    Está logrando, con estas aguafuertes, un vigor mayor en la narración, sin alejarte de tu estilo, que aumenta o potencia las mejores condiciones de tu prosa. Excelente, Néstor. Te mando un gran abrazo.
    Ariel

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  6. Te agradezco Ariel. No sé si llegaré a evolucionar en el propósito de las "aguafuertes" ya que inevitablemente deberán tener un componente real y estar situadas en Buenos Aires. Y eso conlleva algunas limitaciones. Gracias por tan grandes elogios. te mando un fuerte abrazo.

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  7. Me encantó, Néstor.

    Tu texto tiene esa musicalidad que se siente cuando un hombre que ha vivido escribe. Es como si al pasar del tiempo, existiera una comunión inseparable entre el escritor y sus recuerdos. Recuerdos que lo llevan a plasmar sus experiencias de vida como si arrancara pedazos de piel desde las entrañas.

    Creo que esta parte de la historia encierra mucho del mensaje que puede captar el lector: "En realidad lo que más duele es el desamor, le expliqué por lo bajo. Y también se me dio por comentar algunas cosas al pasar. Pronto recordé la frase gloriosa de Emily Dickinson:” La separación es todo lo que se necesita para conocer el infierno”. Es así de simple, es así de complejo, mi amado amigo. Glorioso tu texto, lo disfruté full. Te quiero. SOFIAMA.

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  8. Gracias Sofy. Estoy intentando pasar por un tamiz de superrealidad mis habituales trabajos. A eso le llamo hoy "aguafuerte", para diferenciarlo un poco. No sé si llego al extremo de arrancarme un pedazo de piel, como dices, pero acaso estoy ando cerca. Tengo adoración, además, por Emily Dickinson. Creo que es la poeta mujer mas grande del mundo. Qué sé yo. Me cuesta mucho leerla en inglés, a veces la traduzco pero no es lo mismo. Necesitaria tres meses y nos los tengo,pero acaso los encuentre mas adelante. Me tomaré el trismestre ¿porque no? Ni bien pueda. beso grande mi corazón. Pasa un bello fin de semana. Te quiero mucho.

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  9. Es evidente Nes tu capacidad -para mi increíble- de contar la profundidad y al mismo tiempo los detalles de una historia en un cuento .Incluyes tanto un lugar para comer como pensamientos profundos con mucha naturalidad y yo al leerlo me sentí atrapada. Te felicito. ANDREA.

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    1. Gracias mujer, me siento muy honrado por tu comentario. Te mando un fuerte abrazo.

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  10. Bueno Néstor, me gustó este relato, sobre todo siempre uno está de alguna forma "emparentado" con los lugares en que se desenvuelve la historia

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    1. Gracias Guille, tenés razón ¿Quien no estuvo alguna vez en el Guindado? O por lo menos en algunos lugares aledaños!! Gracias por visitar el blog. Un fuerte abrazo.

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  11. y te sigo leyendo

    "Despacito como la canción que adoro"

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