jueves, 8 de diciembre de 2016

La Rosa de la Muerte




Hay algo en esta historia que no debería ser contado.
            El murmullo del tiempo revierte la certeza de las cuestiones humanas. Existen apariciones, tenues luces fugaces que luego se vuelven tan oscuras como el agua de un río contaminado. Callar es sabio cuando el dolor es grande e impreciso. Exponer el corazón a veces lastima el alma.
Raquel era mi amor y mi aliento de vida. Era mi duda más turbia y más velada. Era mi compañera de trabajo en el periódico y yo le llevaba treinta años. Tres décadas de tiempo agobiante y casi siempre sin sentido a la que el destino le regalaba ahora una mujer veinteañera  joven y delgada.
Al principio a mí me costó mucho descifrarla.
No entendía demasiado bien su atracción por mi persona. Era caprichosa y juvenil  y muy bromista. A veces se ocultaba detrás de la puerta y me asustaba. Y yo la reprendía y le decía que no se le daban esos sustos  a un hombre de más de cincuenta años.  Era inquieta, dulce, acaso no demasiado bella  y también algo alocada. Ciertamente me costó mucho llegar a comprenderla y desentrañarla. Una noche, en mi casa, destapando una botella de vino le pregunté: “¿Porqué yo?”  Y ella me miró y me dijo:
“Por tu pelo largo y lleno de canas, por tus dientes, por tu vestir atildado, por el miedo que se nota en el fondo de tus ojos, porque no te alcanza ningún resentimiento, porque escribes malditamente bien y porque a veces percibo el recuerdo de mi padre cuando me alcanza tu mirada”.
Yo era entonces el periodista de un diario centenario y ella la redactora de la edición online del suplemento femenino que salía por Internet. Conocía todo acerca del mundo digital y se burlaba mucho de mi viejo celular del cuaternario. Raquel solía usar unas camisas y unas blusas floreadas que le otorgaban un aire hippie bastante extraño.
En ese tiempo charlaba mucho de esta sorpresa que me había dado la vida con un viejo amigo, con Big Other, un compañero de redacción que estaba sufriendo cierta  enfermedad degenerativa que le impedía el movimiento. Durante años fuimos compinches  de correrías y cuando se manifestó su malestar  y cayó en silla de ruedas yo le comencé a decir “Big Other”. En realidad me burlaba de su fanatismo por Lacan. Siempre hablábamos del “Gran Otro” y de lo solos que estamos los seres humanos en el mundo.  Le había dado mi palabra (Y la había sostenido ante mí mismo) que el día que me pidiera ayuda para suicidarse iba a hacerlo sin ninguna duda. Eso solidificó la relación que nos unía y yo pasaba más tiempo con él que con cualquier otra persona.
Cuando me enteré de los rumores de la muerte de Raquel se lo conté enseguida.
– ¿A qué te estás refiriendo al hablar de rumores?  –Dijo- ¿Murió o no murió?
–Dicen que murió de un ataque al corazón pero yo no lo creo. Raquel está viva, lo sé muy bien. Ella tenía un plan. Deseaba que todos la dieran por muerta y comenzar una nueva vida con otra identidad en otra parte. Me aclaró en su momento que yo no estaba incluido en ese plan y le dije que a mí no me importaba nada.
–Es muy raro lo que me estás diciendo –dijo sorbiendo un poco de café. – Habría que indagarlo.
Y allí comenzamos a averiguar todo desde su potente computadora. Raquel vivía sola en un departamento de Buenos Aires. Sus padres estaban en el exterior. Ingresó en la guardia del Hospital Ramos Mejía y en el libro constaba su entrada. Y su salida como occisa. Y el certificado médico y el entierro y el número de su tumba en la Chacarita.
–No queda lugar a ninguna duda, -dijo Big Other- Raquel murió.
Y yo le contesté golpeando la pared con mi puño derecho.
– ¿Raquel no murió, entendiste hijo de puta?
Por eso he gustado de afirmar que hay historias que no deben ser contadas.
Y allí anduve yo aquella lúgubre semana, deambulando por la morgue, hablando con sus pocas amistades, verificando certificados y tratando de confirmar si era Raquel  la que se encontraba en la sepultura. Finalmente volví a verlo a Big Other con algo de vergüenza y un dolor intenso en el alma.
Me preguntó qué es lo que pensaba hacer y yo no supe responderle nada.
Simplemente pensaba en Raquel  y anhelaba que en el momento final de la muerte ella no hubiera  tenido miedo ni se hubiera sentido sola. La imaginaba ahora sentada en una estrella, con una camisa floreada y oculta detrás de una puerta para aparecer de improviso y asustarme. 
–No lo sé Big –dije– no tengo la menor idea de lo que voy a hacer con mi vida de ahora en adelante.
Al día siguiente fui a visitarla.
Llevaba una flor, cierta rosa de junco largo que arranqué del jardín de una casa de mi barrio. Las espinas me dañaron y varias gotas de sangre mancharon el tallo. Era la flor de lo inesperado.  La que representaba tanto la belleza como mi corazón dañado.
Y en ese momento las tenues luces fugaces del tiempo se volvieron oscuras. Igual que cuando escapa la tarde y parece que el sol se derrumba. Entonces tomé la rosa de la muerte entre mis manos y lentamente, y a modo de homenaje, la dejé sobre su tumba.



©2016

18 comentarios:

  1. Jesús Miguel Ardente8 de diciembre de 2016, 6:21

    Un trabajo sublime, un nutrido y excelente manejo del lenguaje, la historia cautiva y esos amores incomprendido hacen de una narración una obra inolvidable.

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    1. Gracias Jesús. Me importa mucho tu opinión. Me alegra mucho saber que te gustó.

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  2. Simplemente las 5* estrellas que significan sobre el texto leído que "Es maravilloso". Pienso que seguramente ella sabía que su muerte esta ad portas y para no hacer sufrir a su amigo-pareja, urdió esa historia, donde era su viaje donde no lo tenía incluído a él.

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    1. Que bueno Julieta. Lo de las 5 estrellas me trajo recuerdos cercanos. Te diré la verdad. Cuando me puse a escribir "La Rosa..." lo hice inspirado en el desenlace de La Tregua, de Mario Benedetti. deseaba ahondar en la pérdida de un joven amor por un hombre maduro. La interpretación que has hecho está perfecta. (aún cuando yo no me lo propuse) Te mando un beso que cruce la cordillera.

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  3. Una historia contada con dramatismo y ternura. Y por supuesto adornada con las reflexiones profundas de nuestra existencia, el amor y la poesía, siempre presentes en tus textos. Un abrazo Néstor.
    Ariel

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  4. Gracias Ariel, compinche y taita literario de estos lares. Recién comentaba que escribí el cuento inspirado en La Tregua de Mario Benedetti, pero no en la novela, que no leí, sino en el final de la película. Ciertamente ya sabés que soy muy medido en las cuestiones dramáticas cuando escribo. Sin embargo en este caso no pude evitarlo porque la historia claramente es un drama. Otro abrazo.

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  5. A pesar que no me gustan las historias tristes es un cuento cautivante y atrapa en cada renglón y en cada palabra. Describe esos amores imposibles
    que imagino que siempre terminan con una ROSA! !!! Me gustó Nes...

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    1. Gracias ALICIA. Me pone muy feliz que te haya gustado!

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  7. Este texto es tal vez perfecto y trae con él profundas reflexiones además de literarias filosóficas. El deseo de que no haya tenido miedo en el momento de morir por ejemplo... yo también recordé inmediatamente La Tregua al comienzo pero luego se fue yendo de mi mente la asociación. Eso habla de que es un homenaje honroso. Lastima que no haya estrellas porque te daría todas las esta galaxia. Siempre hay que guardar algunas por las dudas!

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  8. Estoy muy contento por tu visita Lili. En realidad, tomé una escena de La Tregua, con Alterio al teléfono oyendo que le dicen que ella murió. A partir de esa escena armé la historia. Respecto de mis observaciones filosóficas las tomé del Tao. De la importancia de no estar solo y de no tener miedo en ese instante de la muerte. Gracias por las famosas estrellas. Un beso grande. TKM.

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  9. Hola Néstor.
    Quiero decirte que esto que termino de leer me conmovió profundamente el corazón. Me hiciste llorar Nes. Pero es un llanto de felicidad. No sé como explicarlo. Te mando un beso grande. Siempre espero en mi e mail que aparezca tu aviso de la publicación. por favor no dejes de hacerlo.

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  10. Desde ya que siempre que publique vas a recibir tu aviso. Un cuento que incluye a la muerte es un cuento dramático, claro. Aunque en mi caso, tanto en mi vida personal como literaria he intentado quitarle el dramatismo. En este cuento no, ya sé. Porque hice que el protagonista se pinchara y sangrara con la flor. Y eso fue deliberado. La muerte, la sangre, la rosa, me pareció que todo combinaba. Te mando un beso grande corazón. Gracias por visitar el blog y leer lo que escribo.

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  11. Ay… Amigo de mi corazón. Esta frase es sublime: “Exponer el corazón a veces lastima el alma”. Sólo leer eso, y ya tu lector abre las antenas del SER. Tus descripciones son tan fabulosas que deambula uno con el sujeto-actor de esta historia. La trama para llorar, y tu arte para aplaudir. Sólo tú para remover los corazones. Un abrazo, eterno amigo, uno bien full que lo sientas de veras. SOFIAMA.

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  12. ¡¡¡Oh!!! Por un momento mi parte más romántica quería pensar que estaba viva, que estaba en algún lugar empezando de nuevo pero es el final adecuado.
    Bien llevado el tono del relato que a mi me conmovido por las emociones contenidas, por todo lo que pudo ser y no será.
    Un saludo Nestor

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    1. Gracias Conxita. Me alegra mucho que te haya conmovido el relato. Te diré que a mí me pone muy feliz cuando veo tu visita en el blog. Por supuesto que este es un texto dramático pero además tiene un tono emotivo, como bien lo has consignado. Me alegra mucho tenerte por el blog. Te mando un abrazo.

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  13. Ay… Amigo de mi corazón. Esta frase es sublime: “Exponer el corazón a veces lastima el alma”. Sólo leer eso, y ya tu lector abre las antenas del SER. Tus descripciones son tan fabulosas que deambula uno con el sujeto-actor de esta historia. La trama para llorar, y tu arte para aplaudir. Sólo tú para remover los corazones. Un abrazo, eterno amigo, uno bien full que lo sientas de veras. SOFIAMA.

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    1. La verdad, Sofía, no sé que contestarte. Feliz que visites mi blog. Conozco de tu sensibilidad y nivel literario. Te quiero mucho y ya lo sabes. Gracias por el abrazo.

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